Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero
asaenz@liturgo.org.

         

Si un asesor de ventas escuchara lo que Jesús dice a la multitud, de seguro le diría que su método es inoperante. Si no me cree, repase el texto que hoy nos propone la Iglesia: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Y si esto fuera poco, nos agrega: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

El mercadeólogo rechazaría el método porque el mundo de hoy tiene el éxito inmediato como lo más importante, sea en nuestras empresas, en los índices de ventas, en cantidad de clientes.

Jesús, al contrario, propone dificultades concretas y, diría yo, radicales. Seguirlo a él resulta complejo y demandante. Para muchos ser cristiano es adherirse a un grupo, someterse a unos reglamento o, peor todavía, experimentar emociones a las que no estamos acostumbrados. Anoche en Twitter un amigo me decía: “Al Reino de los Cielos sólo entran aquellos que eligieron por propia voluntad el camino indicado por el Salvador”. Yo pregunto: ¿cuál es ese camino marcado?

La respuesta es tajante, pero tiene la lógica del reino: “Amarlo a él por encima de todo” le da sentido y permanencia a nuestro amor. “Cargar con su cruz y seguirlo” nos facilita el aprender que la cruz no es castigo o maldición, sino valentía para asumir con todas nuestras fuerzas el camino que tenemos por delante, que exige siempre disciplina y entusiasmo.

Iniciar el acercamiento a Jesucristo se llama “conversión”. Escuche Radio María, 610 AM o www.radiomaria.cr.