Domingo 5 de septiembre de 2010, San José, Costa Rica
Sucesos | Amanecer de duelo y ruina en Montano de Bagaces
El antes y el después de una tragedia
Madre e hija sobreviven a derrumbe, pero perdieron a dos nietos y a una hermana
  • AlDia.cr
    Ayer, con la luz del día, emergió la magnitud del desastre. Las sobrevivientes se recuperan en el hospital. Meylin Aguilera.
  • AlDia.cr
    La propiedad está bajo un manto de lodo que difícilmente, será retirado en las próximas horas. Meylin Aguilera.
  • AlDia.cr
    Todo quedó destruido, los familiares de las víctimas prácticamente no pudieron salvar nada. Meylin Aguilera.

Christian Campos, corresponsal GN y Rodolfo Martín
rmartin@aldia.co.cr

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Bagaces, Guanacaste. - Lo último que oyeron fue la caída de la refrigeradora.

Instintivamente, voltearon a ver donde se originó el golpe y lo único que percibieron fue una avalancha que venía hacia ellos.

En fracciones de segundos, la tía y sus dos sobrinos desaparecieron sepultados entre el barro, mientras que la abuela y la madre de los niños quedaron atrapadas hasta el pecho.

Al colapsar la casa, se desplomaron los cables del tendido eléctrico y como si el drama de por si ya no fuera grave, los alambres le cayeron encima a la abuela quien comenzó a recibir sobre su espalda continuas y cada vez más dolorosas descargas.

El efecto fue tal, que entre otras secuelas, se le durmió la lengua.

A partir de ese momento y en la siguiente hora –porque debido al torrencial aguacero que caía nadie pasó por el frente de la casa– empezó a escribirse el calvario de sus vidas para las familias Vargas López y Solórzano Vargas.

Antenoche y producto de un derrumbe ocurrido en el poblado de Montano, ubicado a unos 13 kilómetros sureste del centro de Bagaces, en Guanacaste, perecieron los hermanitos Joyse Steven Solórzano Vargas, de 12 años; José Julián de 5 años y su tía Yenni Vargas López, de 31 años.

A la tragedia sobrevivieron la abuela Marta López Ordóñez, de 62 años y su hija Hilda, de 38, madre de los chiquitos. Las dos mujeres estaban anoche internadas en el hospital Enrique Baltodano de Liberia.

Visita acostumbrada

Hilda, usualmente acostumbraba visitar la casa de su mamá, situada como a un kilómetro de distancia, para tomar café con ella y su hermana Yenni.

Anteayer no fue la excepción y una vez más, se hizo acompañar por sus hijos Joyse Steven y José Julián.

Alrededor de la 1 p.m., unos 10 minutos antes de la tragedia, las tres mujeres y los dos niños departían en el corredor de la casa sentados en cuatro sillas plásticas rojas y la abuela en una mecedora de cuerdas.

Joyse Steven en tres oportunidades le había pedido a la madre: “Mami, mami, vámonos ya para la casa…”, a lo que le respondió que aún era muy temprano y que todavía no habían tomado café.

Sin embargo, minutos después, el aguacero se volvió torrencial y el viento soplaba con fuerza, por lo que todos entraron a la casa para evitar que a Joyse Steven le sobreviniera un ataque de asma.

Yenni jugaba en el sillón grande con su sobrino José Julián; doña Marta y su hija Hilda estaban sentadas alrededor de la mesa del comedor mientras que Joyse permanecía acostado en la cama del abuelo Gildo.

Y llegó lo inesperado: el estruendo de la caída de la refrigeradora Atlas de color blanco y de una sola puerta y la irrupción del lodo, las piedras, los palos, pero sobre todo, el que se haya desplomado sobre la casa el frondoso árbol de guapinol.

Sin tiempo para nada

No hubo tiempo para reaccionar. Acto seguido, todo era dolor, impotencia y muerte.

Doña Marta quedó atrapada junto a Hilda. La abuela sufrió la fractura de sus piernas y la madre de la pelvis.

Marta y Hilda estuvieron en el desamparo total.

El fuerte aguacero que caía en la zona mantenía a los vecinos dentro de sus casas.

“Nadie pasaba por el frente de la casa. Estaba lloviendo muy fuerte y nadie escuchaba nuestros gritos”, le narró antenoche Hilda a su prima Yendry en la sala de emergencias del hospital.

Una hora después la lluvia amainó y con ello vino la esperanza cuando el vecino Marvin García, quien vive a unos 50 metros decidió salir a comprar un tamal asado para comerlo con café.

Al pasar y ver el árbol de guapinol incrustado en la casa, la vivienda sepultada por el lodo y la refrigeradora en el jardín, se percató de que había ocurrido una tragedia. Entró a la vivienda y Hilda le suplicó que buscara a los chiquitos, metió la mano en el lodo y fue ahí en donde supo que ya nada podía hacerse.

Yenni cumplió esta semana un año de noviazgo y a raíz de ello había anunciado boda para diciembre con un muchacho que es contador y trabaja para una empresa de embutidos en Alajuela.

Comunidad unida

AlDia.cr
Anabelle Flores.

Anabelle Flores, cuñada.

Hemos recogido con cuidado las pertenencias de mi suegra y las de mi cuñada. La familia está en movimiento”.

Luis Murillo, policía.

“Salimos a prestar ayuda. Lo primero fue salvar las vidas. Al llegar, los vecinos habían rescatado a las dos señoras”.

Deybon Vargas, hermano y tío.

Trabajo en un hotel en Liberia, recibía mensajes para que llamara a un hermano. Me decían que era urgente y eso me angustió”.

Invadidos por el barro

AlDia.cr

La cantidad de barro que había ayer era tal, que en la búsqueda de los documentos personales de las víctimas, sólo habían encontrado la cédula de Yenni Vargas.

Así lo relató su hermano Deybon mientras daba saltos largos para esquivar las cinco macetas grandes de tabacones que su madre doña Marta tenía en el corredor, como también para esquivar dos ollas arroceras y el respaldar de una cama.

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