Franklin Arroyo, enviado
farroyo@aldia.co.cr

A nuestra querida Ministra de Salud, María Luisa Ávila, se le pararía el pelo en Venezuela y nuestros oficiales de Tránsito harían un festín de los más chéveres.

Venezuela es la capital de las edificaciones encima del mar, sin respeto alguno a los 50 metros marítimos que se aplica en Costa Rica.

El hotel donde nos hospedamos es vivo ejemplo. Está a dos metros del mar.

En Costa Rica ese tipo de edificaciones no están permitidas y más aún, han cerrado restaurantes y hoteles por no cumplir con tal disposición.

Las playas son hermosas, pero diferentes. Casi no hay oleaje y en Lechería al menos, se observan playitas de 20 o 25 metros de extensión, y si acaso 50 metros de ancho. Son miniaturas.

Pero si algo llama la atención son las normas de tránsito: “nadie las respeta”.

“Aquí violamos todas las leyes de tránsito”, me decía un taxista, extrañado porque me puse el cinturón de seguridad.

“Eso casi nadie lo usa”.

Tampoco usan cascos los motociclistas, ni los carriles son respetados.

Hemos observado vehículos “pick up” llenos de personas en las cargas y las presas son interminables.

Y de qué nos quejamos los ticos...si los autobuses en Venezuela están en condiciones paupérrimas. La carrocería destruida, como si los hubieran chocado cien veces y los vuelven a colocar...pero sin arreglar.

Pero el venezolano es feliz hasta donde puede. Es amable, muestra una sonrisa, quiere ayudar y es buen conversador. Pero yo, lo digo de forma muy chévere, me quedo con el pura vida.