Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Otra historia para reflexionar.

Un señor y su hijo decidieron viajar al pueblo vecino a comprar unos víveres; llevaban al burro para que cargara las adquisiciones.

Bajo un sabroso sol iban por el polvoriento camino (la municipalidad no tenía presupuesto para arreglarlo). De pronto, se encontraron a una persona que les preguntó:

-Si serán tontos, ¿por qué van a pie y el burro como diputado en receso vacacional?

Padre e hijo se miraron sin hablar y continuaron por la ruta. Unos metros más allá, el hombre expresó:

-En verdad, sube al animal y disfruta el paisaje.

Un kilómetro más adelante, otro ciudadano los vio y les reprendió:

-¿Por Dios, este joven deja a su anciano padre caminar y él no le cede el puesto?

El muchacho, entonces, se bajó y obligó a su progenitor a montar el burro.

Antes de llegar a la comarca, unas mujeres recriminaron al señor por dejar en el suelo al mozalbete.

Hartos, decidieron montar juntos al animal. No muy lejos, unos vecinos los regañaron:

-¡Insensibles! Esto es maltrato a la bestia, ¿no les da vergüenza?

De nuevo, padre e hijo dejaron libre al burro, pero antes de arribar al mercado, la gente se rió de ellos:

-Mensos, ¿por qué caminan si tienen un animal de carga?

La gran enseñanza de este magnífico cuento usted ya la sacó. Nada hay peor que diseñar los actos con base en lo que opinen los demás, ese gran monstruo que arruina vidas y haciendas.

Existir para los demás es no existir.