Les cuento que mi primer día en Colombia no fue precisamente el mejor. ¿Culpable? La aerolínea Taca.
La salida del vuelo en San José estaba planeada el lunes a las 10:45 a.m. Sin embargo, se atrasó hasta las 12:15 p.m.
Como resultado de eso, el fotógrafo de Al Día, Herbert Arlet; el periodista de La Nación, Arnoldo Rivera, y un servidor, perdimos la conexión del vuelo entre Bogotá y Manizales.
Ese era el último vuelo del día a Manizales, así que Taca – por lo menos – nos llevó hasta el hotel Plaza26, a quince minutos del aeropuerto de Bogotá, para cenar y dormir.
Y como las maletas no aparecían, no me quedó más remedio que utilizar durante dos días la misma ropa.
En el trayecto al hotel, entre otros temas de conversación, comentamos la muerte de la cantante Amy Winehouse, quien ingresó al selecto club de los “27”, aquellos artistas que han fallecido a esa edad, junto a Brian Jones, Janis Joplin, Jimmy Hendrix y Jim Morrison.
Al llegar al hotel Plaza26 – así se llama -, Herbert Arley dijo: “pues nosotros llegamos al club de los 26”. Brillante el señor Arley. Genial.
Ya en la habitación, como un zombi, pasé los canales de televisión, hasta que paré en el partido del fútbol colombiano entre Nacional y Tolima.
Era un juegazo, pero me pareció lamentable la saturación de anuncios en medio partido. De todo: de camiones, de televisores, de llantas, de pinturas, de comida, de lotería…
Los anuncios ocupaban un quinto de la pantalla y a veces no se veía ni el balón. Además, quitaban el sonido de ambiente del estadio.
Lo mejor: cuando había un cambio, al lado del jugador que iba a entrar se colocaban dos mujerones con tremendo trasero, al mejor estilo de Larissa Riquelme, anunciando una marca, faltaría más.
