Pedí permiso a la redacción de Al Día para entregar esta columna ayer pasadas las 8 p.m., después del partido que jugaba nuestra Selección contra Honduras, porque quería hablar de una victoria del equipo.
Estaba convencido en poder lograr el pase a las semifinales de la Copa de Oro. Mi seguridad en el triunfo se daba porque mantengo confianza en el trabajo que se cumple del técnico, y por la sed de ganar que mostraba el equipo, para reivindicarnos de la difícil derrota que tuvimos contra la Selección de México.
Lamentablemente los planes de este comentario cambiaron al perder contra Honduras por lanzamientos de penal.
Lo más difícil fue tener las ideas claras para explicar la eliminación en medio del desánimo, más cuando se pierde de la forma como se dio, en una ruleta de penales, luego de ejercer un dominio claro en el segundo tiempo y en periodos extras.
La evaluación más crítica de este último partido y de nuestra participación la harán los analistas y comentaristas, pero yo sí creo que este torneo nos dejó un sabor muy amargo en el campo de los resultados, porque no alcanzamos el objetivo de ganar la Copa o al menos de llegar hasta la final. No fue suficiente la ilusión que teníamos porque en el fútbol vale más la experiencia, la coordinación de las líneas, la creación de acciones ofensivas y la definición; y todo esto el técnico La Volpe y el equipo no lo podemos lograr de la noche a la mañana, más cuando se está en medio de un cambio generacional.
Lo dije en la columna de la semana anterior, el técnico tiene una buena idea táctica para la selección y nos sentimos cómodos con ese estilo, pero la gran dificultad llega cuando no se dan los triunfos en un arranque, porque se piensa que no se va por buen camino.
En esta Copa Oro hemos sufrido la primera decepción, recibimos el primer golpe del proceso hacia Brasil 2014, contra dos selecciones que nos toparemos
en el 2012 para luchar por los cupos al Mundial. Pero sólo estas vivencias y ensayos nos harán madurar como equipo, para lograr crecer y mejorar.
