Purificación, algo sagrado, importante y valioso. Un comulgar con los antepasados que legaron la fe. Una respuesta ínfima para un amor sublime. Así describieron algunos católicos su sentimiento al concluir la misa de imposición de la ceniza.
En las bancas de la Catedral Metropolitana no cabía nadie. Miles la abarrotaron a las 11 a.m. El sacerdote Francisco Mata tuvo que pedir a los asistentes pasar a la imposición de la Cruz por etapas para conservar el orden.
El gran ausente fue el arzobispo Hugo Barrantes. La noche previa, Argentina Ureña, su madre, murió en el Hospital San Juan de Dios. Tenía 95 años. Monseñor se trasladó a su natal Pérez Zeledón. Hoy es el funeral.
En otras catedrales del país y en los templos, miles acudieron al sacramento de la confesión y a las misas, caracterizadas por la sobriedad, el color morado, cantos penitenciales y una visión orientada a la reconciliación con Dios.
Guido Villalta vicario general de San José insistió en fijar la mirada en quien más necesita.
* Colaboraron Carlos Hernández y Alejandro Méndez.
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