A la hora del almuerzo, aquel 27 de julio del 2004, un supervisor de Fuerza Pública se trasladó a la embajada de Chile con una misión: entregar una carta al guarda de la legación, Orlando Jiménez Jiménez.
–Jiménez, por favor me firma el recibido–, solicitó el supervisor Cristian Zamora al agente.
El policía guardó silencio; tomó el lapicero y firmó junto a la “x”. La notificación indicaba que sería trasladado de puesto.
No hubo reclamos ni lamentos; tampoco algún gesto que delatara su molestia. Cuidar la embajada, como lo había hecho durante los últimos cinco años, dejaría de ser asunto suyo.
Detrás de aquella petición estaba Roberto Nieto Maturana, primer secretario de la embajada. El diplomático, el cónsul Christian Yuseff y la asesora cultural Rocío Sariego morirían más tardes, ese mismo día, a manos de Jiménez. El oficial se quitó la vida luego del ataque..., pero eso también ocurrió después.
Dos horas antes de la notificación, a eso de las 10:30 de la mañana, Eliécer León, comandante de la Fuerza Pública de Montes de Oca, recibió la llamada de Nieto.
Así consta en las entrevistas efectuadas por el OIJ para confeccionar el informe final sobre la masacre. Una copia del documento está en poder de Al Día.
–Comandante, necesito que me cambie a los oficiales de la embajada–.
–¿Hubo algún problema?, preguntó el policía. El tono de su voz denotaba preocupación.
–La verdad es que le dan una mala atención al público. Dejan su puesto y se van a hablar con los guardas del supermercado o con los cuidacarros. También hacen caras, justificó Nieto.
León, hombre de pequeña estatura y gran carisma, se comprometió a hacer el cambio y el diplomático a enviar una nota oficial en horas de la tarde... pero nunca pudo redactarla.
Desde su cubículo, César Gómez, asistente con contabilidad de la embajada, escuchó por accidente la conversación telefónica.
Oyó a Nieto decirle al comandante que estaba cansado de lidiar con los policías y hasta advirtió que, de persistir la situación, prefería quedarse sin seguridad.
Al salir, el diplomático cruzó la mirada con el administrativo.
–Diay, ya no aguanto más–.
Gómez asintió y continuó en sus labores.
Creciente tensión
De Orlando Jiménez, el también policía Joaquín Mata –otrora vigilante de la misma embajada– recuerda su sonrisa y hasta le parece verlo llegar con el periódico bajo el brazo. Las horas de servicio trazaron lazos de amistad entre estos dos hombres.
–Don Roberto (Nieto) le ofreció trabajo a mi hija, le confió Jiménez tres meses antes de la tragedia en la embajada; estoy contento porque vamos a viajar juntos–.
Pero el plan nunca se concretó. Mata recuerda haber visto al oficial triste por esa situación.
Con la asistente cultural Rocío Sariego, Jiménez tuvo un altercado a raíz del uso del parqueo y el tema del empleo para la joven salió a colación.
–Ahora ni piense que su hija va a trabajar aquí, le gritó un día la diplomática–.
–Eso le dolió mucho–, recordaría el oficial Mata.
El parqueo fue un tema que elevó la tensión desde que el embajador Guillermo Yunge ordenó a los policías que impidieran a otros funcionarios ocupar su espacio frente a la legación.
Roberto Nieto, un diplomático de carácter enérgico, según recuerdan quienes lo conocieron, tumbó en varias ocasiones las “burras” que empleaban los oficiales para reservar el campo del embajador.
–Jiménez, mejor anote eso en el libro de guardia, le recomendó su compañero Joaquín Mata; vea que después nos van a responsabilizar–.
El OIJ encontró algunas anotaciones.
Sobres con dinero
A principios de cada mes, el primer secretario Roberto Nieto solía entregar al oficial de turno 60 sobres amarillos que contenían ¢600, cada uno.
Con ese dinero, los policías compraban, a diario, café y pan. El fondo generó roces entre los agentes. Algunos policías culparon a compañeros ocasionales –enviados a cuidar la embajada– de dejase el dinero.
Roberto Nieto así se lo comentó al comandante Eliécer León por teléfono.
–Por favor, no les dé más plata. Así evitamos problemas, solicitó el jefe policial. Jiménez nunca hizo comentarios al respecto.
Pese a que la Policía investigó diversos ángulos, para el hoy exembajador Guillermo Yunge nada explicará lo ocurrido la tarde del 27 de julio del 2004 en Montes de Oca. Así se lo enfatizó a los agentes del OIJ.
–En mi visión, las víctimas no son más que eso: víctimas. No hay ningún hecho que pueda justificar estos homicidios y si llega a plantearse la hipótesis de que por algún problema con las ellas el señor habría actuado como lo hizo, ningún responsable de una institución podría estar seguro.
Roces con Roberto Nieto
Testigos aseguran que Nieto botaba las burras del parqueo. El diplomático nunca concretó un ofrecimiento de trabajo para la hija del policía. El día de la masacre pidió a Seguridad Pública que removiera a los oficiales.
Roces con Rocío Sariego
La asistente cultural discutió con el agente por el parqueo. Le advirtió que su hija no trabajaría en la legación.
Roces con Christian Yuseff
El cónsul tenía una relación lejana con los policías, aunque era cortés. El OIJ no encontró antecedentes de problemas entre Jiménez y Yuseff.
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