La Guácima.- Escepticismo, creo que esa es la palabra más indicada para describir la impresión que tuve al llegar al autódromo La Guácima ayer poco antes del mediodía. Para empezar no vi las típicas presas en la ruta que anteceden este tipo de eventos y los rumores de que no iba a ir nadie, no eran un buen augurio.
La duda se acrecentó cuando al acercarnos cada vez más al autódromo nos topamos revendedores con entradas a ¢10 mil para los dos días, (sí, yo también pensé en los pobres que pagaron ¢55 mil por los pases dobles semanas atrás) y además ver un parqueo casi vacío.
Sin embargo, la sorpresa vendría con el paso de las horas, como ya es costumbre, los ticos esperaron que, como dicen popularmente “bajara el sol” para llegarse a La Guácima y convertir el Festival en lo que su nombre lo dice un verdadero fiestón.
Dissént, lo resintió, ellos pagaron el precio de ser los primeros, las pocas personas que estaban, andaban en otras, al menos los pocos que los observaron supieron agradecerles su esfuerzo.
Situación similar vivieron los de Patiño Quintana, que tras media hora de presentación, solo lograron echarse a la bolsa a unos cuantos. El resto buscaba como hidratarse, una sombra para calmar el calor y algo de comer porque ya a las dos de la tarde hacía hambre. Por suerte, los precios de las comidas eran cómodos, lo incómodo era pagarlos con un sistema más parecido al Gran Banco que a otra cosa: Había que cambiar la plata por tiquetes y luego con estos ir a ver qué le alcanzaba en los diferentes puestos de comida.
Otra espera que se hizo eterna para los más fiesteros, fue la apertura de la venta de cervezas, pues también fue hasta las 2 p.m. cuando hubo permiso.
Gogol Bordello, salió a escena antes que al mexicana Ximena Sariñana, por cuestiones de agenda se alternó a los artistas que aparecían en orden inverso en el “line up” oficial. Sin embargo, fue la mejor decisión de la tarde, pues los neoyorquinos fueron los primeros en encender la escena y hacer que realmente se pareciera a un Festival.
La imagen era otra y las dudas se habían quedado atrás, cada vez más gente comenzó a llenar los espacios vacíos frente a los dos escenarios y como por arte de magia una inyección de energía contagió a los asistentes.
Lo contrario sucedió con Sariñana, cuyo espectáculo fue bastante malo y poco disfrutado por la gente.
Los ticos seguían haciendo lo suyo, me fui a ver que nos trajo Akasha, que se presentó en la otra tarima, sin duda fueron los mejores en cuanto a las representaciones nacionales, temas como “Cerca del sol” no defraudaron.
La tarde comenzó a caer, con menos sol era más fácil trabajar y continuar esperando paciente lo que para mi era el plato fuerte, Maroon 5, estaba ya más cerca.
Antes vimos Manchester Orchestra que también desbordó euforia, ni que decir de Cypress Hill, el perseguido de los más grandes, como escuché por ahí “ahora sí parece festival” (Ver nota en página siguiente).
El intermedio entre los dos más esperados de la noche lo hizo The Flaming Lips, su presentación ni quedó debiendo ni sobresalió, apenas para cargar pilas.
A las 9:35 p.m. en medio del griterío de las chicas apareció Adam Levine y el resto de su grupo para poner el verdadero broche de oro a un día que fue más de lo que esperaba. “Pura Vida , Costa Rica” fueron las primeras palabras del líder para luego cantar “Sunday Morning ”. Al cierre de edición, la gente quería más y la lección para mi es, nunca subestimar.