Sucesos
Jueves 6 de septiembre de 2012, Costa Rica

Movimiento sísmico dejó dos casas destruidas en Sámara

Hasta los más hombres lloran

Nicolás Aguilar R.

naguilar@nacion.com

Nicoya. - El violento temblor que sacudió la mañana de ayer esta provincia hizo llorar a hombres y mujeres por igual, incluso a los más machos, a los de pelo en pecho, según relataron muchos nicoyanos para quienes se trató de la peor pesadilla de sus vidas.

El sismo, de 7,6 grados Mw (Magnitud onda), según el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), causó severos daños en el templo colonial de Nicoya, Patrimonio Histórico, y una de las reliquias más queridas de los guanacastecos.

También destruyó varias viviendas, una en el barrio La Granja y dos más en San Fernando de Sámara y causó heridas a cuatro personas, entre ellas un peón a quien el violento temblor sorprendió en un andamio de un edificio en construcción. Anoche permanecía internado pero fuera de peligro, según reportes.

Otras tres personas sufrieron heridas menores por la caída de objetos en sus casas, pero fueron dados de alta luego de recibir tratamiento en el hospital local, según confirmó su director, Juan Li Kam, quien reportó daños en algunas paredes del centro médico.

Anunció que darían la salida a varios pacientes para contar con suficientes camas (ayer disponían de 105) en caso de cualquier eventualidad. Además, tras el fuerte sismo, trabajaban con un protocolo de emergencia para atender con todos sus recursos cualquier situación.

Varios edificios del centro de Nicoya sufrieron cuantiosos daños, entre ellos el de Coopealianza y varias tiendas, así como el edificio municipal. El alcalde local, Marco Antonio Jiménez, no contaba anoche con una cuantificación precisa de las pérdidas.

Lloraban y se tiraron en cruz

El violento remezón generó mucho más que pánico en este cantón guanacasteco donde esperan desde hace varios años el llamado “gran terremoto de Nicoya”, una especie de cataclismo que, según expertos, provocaría una inimaginable destrucción no solo en Guanacaste, sino en gran parte del país.

Por eso, cuando la tierra empezó la mañana de ayer a sacudirse como poseída por un ejército de demonios, muchos nicoyanos se “lanzaron en cruz”, otros se hincaron llorando como niños y muchos más se persignaron rezando fervientemente para que “el mundo no se acabara”.

Hasta los más machos lloraron. “Fue algo espantoso. La gente gritaba como loca, muchos lloraban y se hincaban implorando por sus vidas. El ruido era algo horrible y los árboles se sacudían como agarrados por manos gigantes. Eso parecía el fin del mundo, la tierra no dejaba de temblar”, relató aún nervioso el taxista Ignacio Rodríguez.

Su versión de esos minutos de terror no es exagerada. Para otros nicoyanos fue mucho peor. “El sol se oscureció de repente”, añadió.

El cura párroco Marvin Sánchez Benavides no dejaría mentir a nadie. Cuando se le entrevistó, a las 11 a.m. de ayer, mientras observaba apesadumbrado los daños en el templo colonial, no dudó en asegurar que “fue algo terrible, espantosísimo…”.

“Era un ruido muy feo. No se podía ni caminar. Yo estaba en casa con mi mamá y la abracé ”, exclamó el asustado sacerdote de la ciudad colonial.

“Me iba a morir”

Cuando Napoleón Arias, de 85 años, comprendió que ya no podía salir, que las cosas caían a su alrededor, que el mundo parecía desintegrarse a pedazos, se agarró fuerte de una de las paredes y se dijo para sí mismo: “por lo menos me moriré en paz con el mundo, a nadie le debo nada.

“Sí sentía miedo, soy un ser humano como cualquiera, pero recordé que mi vida ha sido buena, que no le hice mal a nadie y entonces esperé la muerte con calma, sin angustias, con mi corazón en paz”, explicó Arias mientras estaba sentado.

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