Sobreel terreno

El juego más importante es el de la vida

Me tocó a mí y le doy gracias a Dios que me diera la oportunidad de vivirlo, porque esa tragedia de la semana anterior en el Calderón Guardia tuve que vivirla en carne propia, no solo yo, sino toda mi familia. Ahí nos percatamos de que somos seres humanos, impotentes, más allá del intento de la solidaridad.

Mi hijo estaba en ese centro hospitalario y cuando se dio la emergencia, todos los que llegamos teníamos algo en común: ayudar al prójimo. Cuando intenté hacerlo, mi familia me dijo, "espere, mejor quédese aquí y que los encargados hagan su labor". Fue lo mejor; donde estaba, observamos y colaboramos silenciosamente, como lo hicieron los taxistas, para quienes tengo mención aparte, los cruzrojistas, la policía, los particulares.

En algún momento, todos nos ofuscamos. Algún auto particular aparecía de pronto y el dueño abría la puerta para que metiéramos a algún enfermo, que pudiera ser trasladardo a otro hospital.

Esta vez, usted perdone, dejemos el deporte de lado.

¡¿Cuántos más caben?! De pronto, observo a una "marea roja" tomando la calle en ambos lados, pidiendo la oportunidad de prestar "su servicio" para trasladar a muchos pacientes. ¡Qué importa un horario, qué importa el dinero, qué importa todo!, lo que vale en este momento es la solidaridad con el ser humano, con el enfermo, con el recién operado, con el discapacitado.

Por eso hoy, dejo el deporte a un lado, porque tengo la obligación moral de expresar que todavía existe la solidaridad, iniciada por los compañeros de cuarto del hospital -de eso mi hijo es testigo- continuada por enfermeras, médicos, bomberos, particulares, ustedes señores taxistas que dejaron el sustento de sus familias para decir "aquí estamos" con ustedes. Todos teníamos algo en común...