Expresidente está libre desde ayer

Rodríguez: próxima etapa "muy difícil"

Para Juzgado Penal, la investigación está casi lista

La jueza Emma González, del Juzgado Penal del Segundo Circuito, le dio al expresidente Miguel Ángel Rodríguez, imputado en el caso ICE-Alcatel, una razón para sonreír como no lo había hecho en un año.

González no acogió el pedido del Ministerio Público para que se le prorrogara su arresto domiciliario por cuatro meses más.

En su lugar le dio la libertad, aunque no podrá salir del país ni acercarse a testigos, deberá mantener la fianza de ¢250 millones y presentarse a firmar cada mes.

El Ministerio Público está valorando apelar la resolución en los próximos tres días hábiles.

Según Eduardo Araya, abogado del Exmandatario, en su resolución, "la jueza argumentó que hay demostración clara de que don Miguel ha cumplido con las limitaciones impuestas, que la investigación prácticamente está concluida y que no hay peligro de obstaculización ni de fuga".

Rodríguez dijo que le espera "una etapa muy difícil, pues tendré que defenderme en un juicio, aun cuando la prensa y la fiscalía se han unido para condenarme y hasta ejecutarme antes de siquiera acusarme".

Ayer, Rodríguez tuvo que posponer su ida a misa y la visita a Elvira Carmona, "una señora que trabajó en mi casa un año antes de que yo naciera, y salió dos años después de que murió mi mamá", porque en el Juzgado Penal le informaron que la libertad era efectiva a partir de la medianoche.

Desde su casa en Escazú hasta el juzgado, en Goicoechea, viajó tranquilamente en el carro de Araya. No hubo sirenas, tumultos, insultos o saludos (como hace un año). Solo una vendedora, en Guadalupe, que se acercó a la ventana para obsequiarle una bolsita de pan casero. Él le devolvió el gesto con un beso en la mano. Rodríguez regresó a su casa a las 11:30 a.m.

"Abran el portón"

Miguel A. Rodríguez

Expresidente

"Abran el portón, no quiero que me vean más entre barrotes" fue lo primero que dijo el Exmandatario al salir ayer de su casa, a las 9:40 a.m.

¿Cómo se siente?

Muy agradecido con Dios y con tanta gente que me ha dado amor en las horas más duras y con una familia que sufre. Ahora podré conocer a muchos que, en los meses en La Reforma y en arresto aquí, me llamaban todas las semanas para apoyarme.

¿Qué diferencia hay entre el miércoles y hoy?

Muchísima. Dios nos hizo tan para la libertad, que hasta nos dio la libertad del pecado. Estoy muy contento, aunque con gran tristeza porque mi esposa, de 43 años, anda sometiéndose a una cirugía. Fue muy emotivo cuando hablamos por teléfono. Le dije que los jueces nos habían concedido lo que nos debían haber concedido hace un año.

¿Perdió la fe de volver a sentirse libre?

Nunca. Creo profundamente en Dios y acepto sus designios, aunque a veces cueste. Él sabe, mejor que uno, por qué envió las cosas. Ahora vienen cosas muy difíciles, tales como un juicio justo, cuando la prensa y la fiscalía han andado de la mano para condenarme y ejecutarme antes de acusarme.

Algunos lo consideran dichoso al haber tenido la casa por cárcel, pues creen que eso no es estar encarcelado...

Nacimos para la libertad. La libertad le gana a cualquier otra cosa.

¿Le sigue doliendo esa tarde en el aeropuerto?

Me sigue doliendo esa tarde y me duele mucho más darme cuenta de que el sistema judicial costarricense no funciona como un Estado de derecho. He sido víctima de una persecución injustificada.

¿Usted es inocente?

Soy inocente y lo vamos a probar en un juicio justo.

Sale libre cuando arranca la campaña, ¿cómo vive eso un político de toda la vida?

Con un gran dolor, sobre todo, por no haber estado este último año trabajando por las Américas desde la OEA.

¿Cree que incidió la presión del expresidente y candidato Óscar Arias para acelerar los juicios o liberarlo?

No sé si habrá incidido, pero estoy seguro de que tenía razón. Estaba diciendo algo muy evidente.