Desde mi espejo

¿Estamos preparados para una catástrofe?

Hace varios días, en un canal nacional de televisión difundieron la advertencia de que se espera, a breve plazo, un terremoto en el golfo de Nicoya.

La información, emitida por expertos del OVSICORI, me inquietó bastante.

En lo que primero pensé fue en mi familia y en cuál sería su comportamiento ante un evento de semejante envergadura. Quiero suponer que mantendrán la calma y buscarán la mejor manera de salir de sus viviendas, si estuvieran en ellas, para encontrar un lugar seguro, sobre todo porque hay varios niños pequeños a quienes no se les debe contagiar el pánico.

Mi familia y amigos viven en San José o relativamente cerca. Entonces, se preguntará usted por qué, si la amenaza de catástrofe se sitúa en las costas del Pacífico, me alarmo tanto. Pues porque la onda expansiva de un gran terremoto llegaría a todo el país con imprevisibles consecuencias.

¿Se han hecho simulacros en hospitales, escuelas, colegios, universidades, edificios de oficinas, lugares de entretenimiento, hoteles, etc., para que la gente sepa cómo afrontar un suceso de esa índole?

Mucho me temo que no, y hay que tomar medidas urgentes para que el caos que se desataría, no cobre una mayor cantidad de víctimas. Una insoslayable obligación de la Comisión Nacional de Emergencias.

Nuevamente insisto en que es mejor prevenir que lamentar.