Musulmanes nos muestran su estilo de vida
“La nuestra es una religión de paz”
En el país residen 150 familias Alonso Espinoza aespinoza@aldia.co.cr
Para cualquier costarricense parecería inconcebible prohibirse para siempre un traguito de cerveza o nunca probar ni un bocado de carne de cerdo. Muchas mujeres ticas tampoco aceptarían usar un velo en la cabeza para tapar su belleza.
Parece una realidad lejana, pero está presente entre nosotros.
Aunque no los vemos con frecuencia, existen musulmanes que han escogido Costa Rica para vivir, y la han adoptado como su segunda patria.
Los orígenes
El islam surgió en el siglo VII de nuestra era. Sus bases están en lo que se considera la revelación directa de Alá a Mahoma, escrita en el Corán.
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Hay unas 150 familias que ayunan y rezan por el Islam en suelo tico, según estima Mahmud Sassa, que preside el Centro Cultural Musulmán de Costa Rica. “Muchos costarricenses creen que el Islam es guerra, que somos violentos, y no, al contrario, Islam significa paz”, explica.
Algunos llegan huyendo de los conflictos que aquejan a su región. Otros, simplemente, porque el destino así lo quiso.
Pero como el resto de la comunidad musulmana en el país, Sassa opina que el tico es tolerante hacia su religión. “Lo que pasa es que de tanta propaganda que tiende a atacar al Islam, la gente tiene un concepto erróneo. La mayoría de informaciones que vienen en los periódicos son negativas”. Aun así, afirma que en los 33 años que tiene de vivir aquí nadie le ha echado en cara que es extranjero.
En ese punto coincide Amina, una mujer libia que llegó al país a inicios de los 80s. “Los costarricenses saben muy poco del Islam. La mayoría están muy equivocados, porque piensan que los musulmanes son terroristas. Pero cuando te conocen, te aceptan”.
Las mujeres tienen más libertades. Si bien algunas escogen usar el velo, no se les ve con las largas túnicas que solo dejan libre la delgada franja de los ojos.
“No uso minifaldas ni me pongo un escote atrevido”, explica Sophie, la hija de Amina. “Pero uso jeans y blusas normales”.
En la única mezquita del país, por Calle Blancos, se reúne la comunidad sunita todos los viernes a ofrecer sus palabras a Alá. Los musulmanes chiítas lo hacen en una casa en Sabanilla. Entre ellos, explica Sassa, no existe ningún conflicto. “Chiítas y sunitas somos hermanos, la diferencia es en cuanto a los líderes”.
Ahí se observa la diversidad de culturas que convergen en una sola religión. Colombianos, egipcios, libios, palestinos y costarricenses son una comunidad.
Como ciertos aspectos de su cultura son incompatibles con la occidental, se acomodan a las leyes del país. Por ejemplo, el islam no acepta que una mujer sea jueza ni líder de una nación. Además permite la poligamia, pero como aquí es ilegal, no la practican.
Obligaciones
Todo musulmán debe visitar La Meca al menos una vez en su vida. Solo se justifica no ir por motivos de pobreza.
La religión islámica obliga a los fieles a dar el 2,5% de sus ganancias a los más necesitados. Si alguien quiere dar más puede hacerlo a voluntad.
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Así los veo
Daniela Morera, Estudiante.
Cuando me dicen musulmán, lo primero que pienso es ‘arte’. Me parece que son muy machistas”.
Pamela Villalobos, Estudiante.
La diferencia cultural es muy grande. No me casaría con uno de ellos si me impusiera una forma de vestir distinta”.
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Para olvidar la guerra
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Hassan Alí Reda administra una tienda de ropa en San José.
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Para Hassan Alí Reda vivir en forma pacífica en nuestro país, fue su salida para olvidar la guerra. Él salió del Líbano a los 12 años, pero aún tiene fresca en su memoria la imagen del ejército lanzando misiles que pasaban sobre su cabeza.
“Lo que yo recuerdo son bombardeos a mi pueblo. Es una experiencia que nunca olvido. Vi como a una muchacha se le cortó el pie”, explica con tristeza.
Es difícil para quien vive en un país de paz imaginar las espantosas vivencias de una guerra.
“Cuando tenía como 7 años cayó un misil, a unos cinco metros, de donde nos escondíamos 15 ó 20 niños. Es un milagro que no haya explotado, porque hubiera provocado una masacre”, dice Hassan.
Por ello, él y su familia salieron a buscar mejores destinos. Vivió 22 años en Colombia, hasta que una panameña le contó de Costa Rica, y se vino a probar suerte.
“Estoy aquí desde el 2001, luego traje a mi esposa y a mis hijas. La menor es tica”, cuenta con orgullo. Asegura que nunca ha sido víctima de ninguna discriminación o insulto. “Lo que me gusta de la gente aquí es que son muy pacíficos. Es muy interesante vivir donde reina la paz”.
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Un extraño en la mezquita de Omar
Por la decoración exterior se adivina que no es una iglesia común. Adentro, es como cualquier casa. Pero al entrar todos cambian sus zapatos por sandalias en la mezquita de Omar.
El rezo está programado para la 1 de la tarde. Mientras espero, veo que entran varios señores con amplias túnicas blancas y una barba que mide años de largo, más bien parecen salidos de la televisión. Deben ser los jefes (pienso), seguramente ellos lideran la oración. Llega la hora de comenzar. Arriba, en el segundo piso, está el salón de rezo. Por momentos, temo que algún descuido mío resulte en una ofensa para ellos. Algunos de ellos miran con sospecha mis movimientos.
Hay que quitarse los zapatos por cuestiones de higiene. Sigilosamente me quito las botas y las dejo en el suelo, con cuidado de no hacer bulla. El salón es amplio, cubierto con extensas alfombras rojas. Poco a poco, el cuarto se llena y un hombre anciano inicia cantando algo incomprensible en árabe. Todos responden en coro. La solemnidad de la ceremonia y el lenguaje indescifrable me hacen sentir, por un instante, en algún lugar perdido del Medio Oriente. No sé si las fotos les molestarán.
Me llama la atención que las mujeres se sientan en la parte de atrás del salón, separadas de los hombres por una cortina. De pronto un celular interrumpe el sermón, y suspiro aliviado al comprobar que no es el mío. En el mensaje se hace alusión al Ramadán, mes del ayuno musulmán, que inició el pasado 23 de setiembre. Hacia el final del rezo, ponen la cabeza sobre la alfombra y musitan palabras a Alá. Se levantan y se agachan sucesivamente, antes de terminar. La fe los dejará sin comida por 12 horas (el sábado). Y así seguirán por 30 días más.
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A los 20 años decidió cambiar su vida
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Ambos abrazaron el Islam recientemente, y aseguran que su vida cambió. Ahora viven como un matrimonio musulmán.
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¿Cómo termina un joven tico convirtiéndose al Islam? Estudiante universitario, con 20 años, birras al salir de fiesta, compas y mejengas: todo normal.
Para la mayoría de personas de esa edad, hacerse musulmán no es una posibilidad. En eso ni se piensa.
Para Alberto Sánchez (bautizado ahora Yusuf), el acercamiento a esa religión fue como una cuestión del destino. Curiosamente, hablando por “messenger” en Internet, es que Yusuf se acercó más al Islam. “Conocí a una muchacha, y ella me dijo que era musulmana. Me sorprendí mucho, porque no sabía nada de esa religión. Busqué más información y al entender de qué se trataba, me pareció que coincidía con lo que creía de verdad”.
Pero de ahí a dejar la cerveza para siempre, adquirir la costumbre de rezar cinco veces al día, no comer carne de cerdo y adoptar una religión distinta a la propia, es un paso difícil. Yusuf afirma que no fue así.
“Para ser musulmán solo tienes que creer en un solo Dios y en Mahoma como profeta, lo demás son complementos”, explica. Sus padres aceptaron su decisión, y a sus amigos no les extrañó tanto.
La experiencia de su esposa Jéssica Lammertyn es muy distinta. La mamá la echó de la casa cuando a los 15 años se convirtió al Islam. “Mis amigas al principio como que lo aceptaban, pero luego me dejaron de llamar o nunca tenían tiempo para verme”.
Los ticos son tolerantes, aunque no conocen mucho del Islam. “Siempre voy al trabajo con el velo, porque el Corán dice que hay que usarlo por amor a Dios. Algunos creen que soy una monja, pero les explico y ya. Casi todos los comentarios son positivos”.
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Para entrar al salón del rezo es necesario quitarse los zapatos. Rafael Pacheco
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Un musulmán invitado de Panamá habla durante la ceremonia vestido con túnica tradicional. Rafael Pacheco
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En la mezquita había tres o cuatro costarricenses que se habían convertido recientemente al Islam. Rafael Pacheco
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Amina decora su casa con mantas árabes. Alonso Espinoza
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