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Carlos Hernán Robles ahora es artesano Exbanquero del Anglo empieza de cero El protagonista del peor escándalo financiero en la historia del país habló con Al Día el jueves pasado de su vida en la cárcel de Cartago Gabriela Solanogsolano@aldia.co.cr Carlos Hernán Robles Macaya, condenado por el peor escándalo bancario en la historia del país, el descalabro del Banco Anglo Costarricense, intenta rehacer su vida desde cero. Después de haber estado en las cumbres públicas y bancarias, hoy descuenta 25 años por peculado y tiene pendiente una condena de 10 años por tráfico internacional de menores de edad y su tenencia ilegítima para adopción. Con otros reos, formó una empresa dedicada a la confección de artículos de cuero, madera y hierro, la Prisoner’s Hope S.A. Vestido con jeans, una camisa formal de manga corta y un delantal para no mancharse la ropa, Robles recibió a esta reportera el jueves a las 11 a.m. en el Centro de Atención Institucional de Cartago, donde, desde 1998, pasa sus días.
Una de las pequeñas aulas, donde las ilusiones de los reclusos nacen de nuevo, fue el sitio escogido para la entrevista. ¿Cómo ve usted su futuro cuando salga de aquí? El gremio bancario es muy cerrado, cuesta entrar, pero una vez que se sale, con razón o sin ella, ya no se vuelve. De ahí nació la necesidad de ser empresario y eso es lo que proyecto ser. La meta es llegar a los turistas y, según proyecciones muy conservadoras, con la empresa podríamos facturar $1,5 millones (unos ¢780 millones) en cinco años. ¿Espera salir pronto? Sí. Son más de 10 años de estar en prisión. Ya cumplí el tercio de la pena, y gracias a Dios tengo buenas valoraciones en el centro. Este año espero poder pasar al taller de barrio Los Ángeles. Hay que rehacer la vida, hemos cometido errores y hay que pagarlos, pero no echarnos a morir. ¿Qué le deja la experiencia de la cárcel? Creo que lo principal es que hoy Carlos lleva a Jesucristo muy arraigado en su corazón. Con solo eso, uno comienza a descubrir la felicidad. Yo le doy gracias a Dios por esta experiencia que me ha enriquecido y dado la madurez de un hombre de 70 años. Solo haber aprendido a cambiar la pregunta por qué, por un para qué, es muy valioso. ¿Es feliz? La felicidad es algo relativo. Uno fija los parámetros de felicidad, según su realidad. Yo lo hice y creo que moldear mi personalidad ha sido mi gran soporte, eso me ayuda a decir que soy feliz. Los amigos se conocen en la adversidad. ¿Conoció a los suyos? ¿Tiene amigos aquí? Sí. Aquí, el concepto de amistad es distinto, es más franco. Yo ocupaba una posición que daba tranquilidad económica. En esa época, los mal llamados amigos sobraban. En este lugar, no puedo ofrecer ni pretender nada económico de mis compañeros. Aquí, su “compa” se pone antes de que el puñal le dé a usted. En la calle, el “amigo” va adelante hasta que le toque pagar la cuenta de los tragos, y ahí viene el pleito. ¿Cuál es su concepto de libertad hoy? La libertad es el valor más preciado. Cuando no se tiene la física, entonces no hay que forzar la espiritual. Lo único que no puedo hacer es desatender una instrucción del oficial o tratar de salir a la calle, entonces, no hago eso ni pienso en eso, así no me siento tan preso como estoy en realidad. ¿Y el dinero? Para mí es un medio, no un fin. Por diferentes circunstancias, principalmente, por el trabajo que desempeñaba, me tocó conocer lo bonito que es, pero falso. Hoy preferiría, en vez de construir una casa de 1.000 metros cuadrados, como la que teníamos y entregamos como parte de la acción civil resarcitoria, levantar una sencillita y darle a cada uno de mis hijos una de 100 metros. Eso me haría más feliz. Ese es el cambio de haber tenido, haber perdido y tener que comenzar de cero. Empresario en la cárcel ¿Cuándo decidió buscar la manera de procurar dinero al hogar? Tal vez, la única única virtud que tengo es que procuro ser responsable de mis actos. Como tal, en prisión, hice un análisis de mi realidad. Aunque dediqué más de 10 años a mis estudios universitarios, era un privado de libertad, con una sentencia larga y obligaciones familiares. No tengo recursos escondidos ni mucho menos, y, a parte del apoyo de mis padres, mi esposa y mis hijos, quienes procuran ser autosuficientes, vi que siempre necesitaba un complemento. ¿Cómo llegó a la conclusión de que el complemento se lo daría la confección de bolsos? En diciembre del 2003, había ilusiones, pero poca plata para los regalos. Marlon, un operario, me preparó unas carteritas a mi gusto. Cuando mi familia vio lo que se podía hacer aquí, María Cecilia, que es mi apoyo, comenzó a diseñar carteras y yo a transmitir las ideas. Así empezamos la empresa Prisoner’s Hope S.A. Tengo entendido que usted no pegaba ni un clavo en su casa. ¿Cómo desarrolló la destreza de un artesano? Me consideraba el ser más inútil; no obstante, me di cuenta de que querer es poder. Creo que fue el de arriba quien me iluminó, porque, luego, se me ocurrió que un muchacho que hacía figuras forjadas en hierro y yo podíamos trabajar las monedas que están fuera de circulación y hacer medallones; más tarde vino la madera y hoy trabajamos los tres materiales en la empresa: cuero, madera y hierro. ¿Cuántas personas trabajan hoy en la microempresa? En el 2004, éramos 12 artesanos en el módulo, actualmente, somos 22 personas trabajando con 12 máquinas en un proyecto que pretende ayudar a nuestras familias y, al mismo tiempo, establecer un programa de rehabilitación. ¿Cómo funciona la empresa Prisoner’s Hope S.A? Los productos se venden fuera del centro. La línea femenina se comercializa en una de las tiendas más antiguas del país. Todos en la familia somos vendedores. Cada compañero que fabrica los productos percibe honorarios cada 15 días. Eso sí, no toleramos el uso de drogas. Cuando veo que alguien está en peligro de reincidir, le pago a su familia. Hay colaboradores que tras años de estar conmigo han adquirido acciones de la compañía. ¿Este es un proyecto a largo plazo? Existe otro taller en barrio Los Ángeles, Cartago, para los compañeros en libertad. La idea es que las personas que salen tengan trabajo. En un futuro no muy lejano, queremos llevar este tipo de proyectos a todas las cárceles del país. Nosotros queremos capacitar y dar una oportunidad de trabajo; queremos ser patronos más allá del período de reclusión. ¿Deja buenas ganancias? Nos va bien porque nuestra política de trabajo es usar toda la materia prima. Aquí no se bota nada. Un 10 por cierto de las ganancias se destinan a las áreas de capacitación del centro. Pronto abriremos un local en la antigua ferretería Macaya. Además, maquilamos artículos para marcas importantes de cuero.
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