Nuestro amado fútbol
Pobres razones para atacar a un millonario Amado HIDALGO
A Allan Alemán muchos han querido enterrarlo vivo, por el simple pecado de ceder a la tentación del dinero y pensar en él y en su familia.
¿Y el sentido de pertenencia? - dijeron algunos aficionados -, cuestionando que dejara la camisa morada, por otra que no sentirá con la misma pasión.
Para los más fanáticos fue casi como un acto de escapismo del ejército tibaseño, lo cual se castiga en la milicia con una corte marcial por desertor.
Ninguno de los dolientes por la gambeta de Allan Alemán abrió la boca para preguntar por el futuro de José Pablo Fonseca y de Reynaldo Parks, para quienes sus años de servicio en el Deportivo Saprissa han terminado, “porque ya no son útiles a la causa morada”.
¿ Acaso a Wilmer López, el hijo predilecto de los rojinegros, a la hora de renegociar su contrato se le han valorado sus años de entrega, su corazón manudo o los muchos triunfos que acuñó en el Alejandro Morera Soto? Solo cuenta lo que puede dar al equipo.
Extraña lógica utilizan quienes disparan contra el pequeño Alemán por inclinarse a favor del dinero, pero están muy contentos porque el equipo de sus amores vive gracias a los pesos mexicanos del señor Jorge Vergara, dueño del mayor capital accionario de lo que en otro tiempo era una asociación de pobres, pero democráticos accionistas.
Solo el tiempo dirá si el señor Matteo Quintavalle es un enfermo por la publicidad o un verdadero y visionario empresario del fútbol. Pero por dicha sus millones para Alemán y la “Bala” Gómez han desafiado el “status quo” del fútbol nacional, dominado hasta ahora por la “ética” de los equipos grandes, de formar planteles a punta de chequera.
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