Nuestro amado fútbol

La extinción de los magos

Parece una paradoja. Pero los mayores logros del fútbol tico no fueron conseguidos por los mejores jugadores, técnicamente hablando. Cuando empezaron a desaparecer los “Yuba”, “Chinimba”, “Chico”, “Zurdo Jiménez”, “Leonel”... fue cuando llegaron los éxitos.

Hoy, la Selección depende de un solitario Wálter Centeno para generar ideas, sin ser por mucho un habilidoso como aquellos. ¿Qué pasó en el futbol criollo para que los talentos estén en vías de extinción y, sobre todo, por qué no fueron capaces los virtuosos de escribir mejores páginas?

En los inicios de los 80 empezaron los éxitos olímpicos que culminaron con el Mundial de Italia. Mientras cobrábamos notoriedad internacional, el campeonato local perdía colorido y rápidamente los prodigios se convirtieron en especies en peligro de extinción.

Ni a los técnicos ni los directivos les importó. Los chicos que más corrían, metían la pierna con más fuerza y acechaban mejor al rival, eran los promovidos. Todos hablaban del “biotipo”, de la estatura ideal, del jugador para ir y venir. Y se olvidaron de lo mejor: la empatía entre el hombre y el balón.

Hoy estamos lejos físicamente de las potencias. No conseguimos los “todo terreno” al estilo alemán o inglés. Y perdimos la magia con que se gana cuando la ecuación fuerza-velocidad está pareja en los bandos.

La tarea de hacer goles es cosa de “troncos”. El manejo de la pelota corresponde a prisioneros del libreto.

Sé que aquellos – los que enamoraban la pelota- no consiguieron nada por ser casi aficionados. Me habría gustado verlos en serio, con el ritmo de los tiempos modernos, pero aferrados a la gambeta como arma letal.