Herbert Arley
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Hace 373 años, en Cartago, estaba una mujer llamada Juana Pereira recogiendo leña en un breñal, cuando se le apareció la imagen de la Virgen con un niño en brazos. Era una estatua pequeña de piedra, de 20 centímetros de alto.
Juana la recogió, la llevó a su casa y la guardó en una cajita. Sin embargo, en dos ocasiones más se le apareció y la volvió a llevar a su casa. Pensaba que eran varias estatuillas, pero luego notó que ya no estaban en su vivienda, sino en la piedra donde las encontró.
Luego de varias ocasiones en las que la imagen volvía a su lugar, el sacerdote de la zona comprendió que la Madre de Dios quería tener su hogar en la piedra y se le bautizó con el nombre de Virgen de los Ángeles, por ser 2 de agosto.
Hoy es la morada de “La Negrita” que congrega a millones de fieles todo el año. Allí la visitan para pedir o dar gracias por un milagro concedido.
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