Carlos Freer, cineasta
cfreer@cariari.ucr.ac.cr

Una tarde de estas me volví a encontrar con Jeremías White (un negrazo, aunque su apellido indique lo contrario). Y, como siempre, no tardó en mandarme el filazo. “Diay, ¿cómo te va con las asesorías?”

“¿En qué voy a asesorar yo?”, le contesté muy circunspecto.

“Muy fácil –me dijo–, ahora que Costa Rica va a entrar a Petrocaribe, vos sabés que un buen porcentaje de la factura petrolera se le pagaría a Venezuela con servicios o cosas así, y otra con proyectos de inversión, a bajos intereses.

“Pues estás muy enterado, Jeremías”, le dije.

“Pero, dejame terminar”, replicó de inmediato. “¿Te acordás del montón de venezolanos que venían a estudiar Agronomía a la UCR? Pues hay que pagarles con becas para que nuevamente vengan a la UCR, a la UNA, al TEC, al Catie, o la Earth para que aumenten su producción de alimentos, porque no se la van a pasar comiendo petróleo toda la vida.

“Por otra parte, como que a Chávez le gustan mucho los ferrocarriles y vainas de esas. ¿Por qué no invertir para construir un tren que vaya de Río Frío a alguna ensenada de Guanacaste? ¿Y otro de Caldera a Golfito? ¿O de Limón a Sixaola para que los panas viajen de allí a Colón? ¿Y uno bien rápido y continuo entre Alajuela y Cartago?”.

“Hombré, me parecen bastante sensatas esas ideas. ¿Por qué no concursás vos por una asesoría?”, le pregunté a Jeremías con cierta admiración.

“Claro que lo voy a hacer, por eso ya estoy aprendiendo a tocar el güiro”, me respondió.