Domingo 28 de diciembre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Día de la Sagrada Familia
El Niño crece lleno de sabiduría
  • AlDia.cr
    La familia es la célula central de la sociedad. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Feliz Navidad para todos.

Que el que ha nacido en Belén y descansó en el pesebre de nuestra pobreza, les colme de bendiciones y riquezas infinitas, sobre todo la paz y la solidaridad.

Este domingo entre la Navidad y el 1 de enero, la Iglesia lo dedica a contemplar la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

La familia es la célula esencial de la sociedad. La Iglesia sabe perfectamente que es en la familia donde se juega el futuro del mundo y que es necesario gastarse y desgastarse para que recupere el perfil y la esencia que le son propias.

El evangelio de hoy plantea toda una sinfonía de acciones y palabras. Por una parte José y María cumplen con lo que dispone la ley llevando al Niño al Templo. Por otra, las palabras de los ancianos. Uno se llama Simeón.

Él percibe que se ha cumplido la promesa de Dios: que no moriría sin haber visto al redentor; la otra es Ana, imagen de las mujeres consagradas a Dios, que sirvió de vocero para que todos los presentes supieran acerca del Niño.

Las palabras de Simeón destacan las bendiciones que implica el niño Jesús. Él declara que el pequeño es la salvación preparada por Dios para todos los pueblos, la luz de las naciones, de Israel y de toda la humanidad.

Simeón ve al Niño como causa de caída y elevación para muchos y signo de contradicción.

Él asegura a la Madre que la palabra de Dios, significada por una espada, le dividió la entraña para siempre, haciéndola por una parte testigo maravilloso de la revelación plena y por otra, socia del proyecto salvífico, ya que estará de pie, junto a la cruz de su Hijo en el momento culminante.

Finalmente, el texto nos garantiza algo que quizá para muchos sea inconcebible y es que el Niño, lejos de recibir una formación extraordinaria, crecerá como uno cualquiera, viviendo un proceso gradual y metódico, semejante al de todos, para consolidar su condición humana.

Este Niño, el hijo de María, el Dios hecho carne, crecerá como uno cualquiera; y solamente asumirá la tarea redentora cuando, superadas la inmadureces de la infancia, adolescencia y juventud, pueda comunicar al mundo el amor de Dios.

Aquel que nació en Belén y fue recostado en un pesebre, un día subirá a la cruz para dar su vida por la humanidad.

Pero para esto deberá vivir el proceso de un ser humano en plenitud de facultades, desarrollándose plenamente y sin prisas ni impaciencias.

Deberá vivir la experiencia humana en el más enriquecedor de los medios: la familia.

Es así que el niño seguirá sujeto a sus padres, observando un crecimiento exterior e interior. Solo así podrá manifestarse un día plenamente como emisario del amor del Padre Celestial.

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