Pido la palabra

Me cuesta entender

Cuando ocurrió la última gran crisis del petróleo, hace ya casi 30 años, surgieron iniciativas por doquier para paliarla.

En nuestro país se habló de la construcción de represas hidroeléctricas de gran magnitud; del famoso gasohol; de estimular la compra de carros eléctricos –en ese momento en etapa de prueba y experimentación– y hasta de poner a correr un tren eléctrico entre Alajuela y Cartago.

Se mencionaron, además, los trolebuses (también eléctricos) para mejorar el servicio de transporte urbano; de construir un ferrocarril del norte, que atravesara desde Río Frío hasta no sé cuál puerto de Guanacaste, que se uniría al que va de Guápiles a Limón. Con ello quedaría construida una amplia vía para el transporte interoceánico de carga nacional e internacional.

En fin, había ideas y algunos estudios al respecto.

Hoy, escucho a los candidatos demócratas trinando contra las grandes compañías petroleras porque tienen el precio del combustible fósil por las nubes. Y hablan de ejecutar medidas para desarrollar nuevas fuentes energéticas.

A mí me asusta que en nuestro país sigamos, las autoridades y la población, en una actitud tan indiferente. Los llamados a ahorrar energía son francamente débiles. El famoso tren parece haber quedado para otra ocasión, mientras el consumo de derivados del petróleo creció en el último año. ¿Será que solo aspiramos a vivir para pagar la factura petrolera?