Testigo de cambio

Buena idea

Me impresionó ver la pintura de Tomás Povedano en La Nación (7/2/2008) porque la idea de reproducir obras de los maestros de la pintura costarricense es magnífica.

Povedano, con la calidad proverbial de su obra, capta la esencia verdadera, no la del folclor de exportación, del campesino.

Esos vestidos sencillos, pero de inmaculada limpieza pues se trata de ir a dominguear, es un recordatorio de que nuestros campesinos jamás utilizaron ropas llenas de colores y cada provincia del Valle Central tenía su propio traje.

Bastante hemos andado por caminos y veredas como para distinguir alguna diferencia entre los vestidos de la parte central del país; tal vez en Guanacaste o en Limón, si la haya.

Pero ¿cómo nació ese traje estupendamente elaborado en la película “Carnaval en Costa Rica”, hecha en 1946 por la empresa norteamericana Fox? Por cierto, y según versión de Eladio Jara, quien presenció parte de la filmación, las “cogedoras” de café eran muchachas de la alta sociedad josefina.

Fue a finales de la década de los 30, del siglo XX, cuando una señora, distinguida por mil títulos, Evangelina de Núñez, tuvo la idea de confeccionar un traje campesino alejado del verdadero, hecho a base de telas sencillas por lo baratas.

Núñez, esposa de un gran periodista e historiador desamparadeño, Francisco María Núñez, actuó con la mejor intención del mundo, puesto que no había un traje típico llamativo.

Pero para nosotros tanto en la pintura del señor Povedano, como en las fotografías del maestro Manuel Gómez Miralles, esos trajes de telas cuyos precios por “cortes” eran bajísimos, son la esencia de lo que ahora llaman folclor.