Jueves 27 de noviembre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Columna de opinión
Pido la palabra: Queríamos pollo...

Roxana Zúñiga, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Las campañas publicitarias no funcionaron. Tampoco los corazones pintados de amarillo en las calles. Entonces, donde la persuasión fracasa, la faja encuentra casa.

Los diputados aprobaron en primer debate (el segundo se espera para hoy) la Ley de Tránsito que eleva las penas por infracciones. Así somos los ticos: pasamos de un extremo al otro.

Entre las sanciones más importantes están las que castigan con cárcel a quienes atropellen y maten personas bajo los efectos del licor. Parece una reprimenda social acorde con el delito: quitarle la vida a alguien a causa de una conducta temeraria e irresponsable.

Un buen tiempo entre las rejas también es el castigo para los “foforones” que convierten las vías en una pista de carreras. Igual parece razonable.

Donde la situación calienta es con el uso del cinturón de seguridad. Su irrespeto se sancionará con ¢200 mil, cuando hoy la multa es de ¢10 mil. Lo mismo sucede con el hablar por celular mientras se conduce: de ¢10 mil sube a ¢175 mil.

Actitudes muy frecuentes, como saltarse el semáforo en rojo, brincarse la señal de Alto o pitar y pitar al carro de adelante para que lo haga serán un golpazo para las finanzas: ¢175 mil.

No quisimos dejar de sentirnos los gatazos de la carretera; desdeñamos las prevenciones; nos burlamos de los que conducen con prudencia. Ahora, la que puede morir de un atropello es la billetera, la única razón que nos hace entrar en razón… y cambiar.

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