Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
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Feliz año nuevo. Hoy empezamos año litúrgico. El evangelio nos pone frente a una sensible realidad humana: todos queremos ser aliviados del peso que cargamos, de nuestros dolores, pobrezas y angustias, de la inestabilidad y la manipulación.
Nos atribula el diario sufrir. Pero la liberación que nos dará Jesús no tiene fecha, no sabemos cuándo llegará, es impredecible. Además, esa liberación supone una modificación de nuestra la conducta, precisamente para estar en vigilia permanente, despiertos y atentos, y que el Señor no nos encuentre dormidos.
“Tengan cuidado y estén prevenidos”, nos dice el Señor, “no saben cuándo llegará el momento”. Él se refiere a su llegada y nosotros debemos reaccionar.
Jesús se compara con uno que sale de viaje y deja la casa al cuidado de sus servidores. Cuando este hombre regrese espera encontrar todo en orden y a sus criados asumiendo las tareas que les encargó.
Lo malo es que ni los criados, ni nadie, saben cuándo llegará el dueño de casa. Es necesario permanecer en vela. Y eso supone “ser fieles”.
“Estar prevenidos” es el resumen y sentido del tiempo de Adviento. La Navidad nos la roban y adelantan idolillos menores: el consumo excesivo, los placeres sin sentido, la fiesta superficial de exceso y abuso, porque la gente quiere hacer fiesta siempre, aunque no sepa por qué.
Los creyentes sabemos que la Navidad no empieza sino el 24 de diciembre. Si el común de la gente está ya en Navidad, el creyente es consciente de que el Adviento, que significa “llegada”, es una preparación seria y formal a la venida del Señor.
Lo primero que hay que preparar no es el pesebre, sino la segunda venida de Cristo, en gloria, al final de los tiempos.
Por ello se nos llama a estar preparados: no sabemos “cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana”.
Debemos ser como la mujer embarazada en el noveno mes. Ella está feliz de que le llega la hora aunque no sepa cuál será. Además, tiene miedo del parto, que puede ser doloroso.
Los creyentes aprovechamos para serenar el corazón y fortalecer el espíritu de “espera”, no sea que el Señor llegue de improviso y nos encuentre dormidos.
Pero, ¿cómo puedo estar prevenido si confundo las horas y hasta los tiempos? Y por esto es importante que escuchemos a Jesús que nos reitera con profundo amor, una cosa urgente : “¡Estén prevenidos!”.
Ya habrá tiempo para vivir la Navidad. Dediquemos estos primeros días del Adviento a esa acongojante espera ansiosa.
Cristo nos ha dejado la tarea y todavía no la hemos cumplido a cabalidad. Comprometámonos en el trabajo de la evangelización. ¡Estemos prevenidos! Cristo viene.
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