Esteban Rojas Sáurez
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Río San Juan. - Los vecinos de los poblados fronterizos con el río San Juan, Cureña, Boca Tapada y Boca de San Carlos, claman y exigen buenos caminos, fuentes de empleo, centros de salud y la instalación de servicios de luz, agua y teléfono.
El reclamo lo hacen mientras el Gobierno invierte $2 millones (¢1.140 millones) en un litigio en la Corte Internacional de Justicia en La Haya, Holanda, para defender el derecho a navegar por el río San Juan con fines comerciales y en embarcaciones oficiales equipadas con armas y municiones.
La demanda contra Nicaragua se planteó el 29 de setiembre de 2005. Los poblados de la frontera están sumidos en la pobreza.
“Hay meses en los que uno no recibe ni un colón”, comentó con preocupación Pedro Antonio Sequeira, quien tiene 20 años de vivir en Cureña.
En esta localidad no hay luz, mucho menos un teléfono. Los niños de la escuela Santa Ana deben cruzar un tramo del San Juan o caminar poco más de un kilómetro en medio del barro para llegar a clases.
Los que quieren salir de Cureña a Boca de San Carlos o a Sarapiquí deben hacerlo en bote, porque el camino de lastre quedó destruido durante el invierno pasado.
El viaje es caro porque una lancha gasta en promedio cinco galones de combustible y cada galón se vende en más de ¢3 mil.
La gente depende del San Juan para subsistir y como medio de transporte.
El río es vital para la familia de Adrián Lizano, poblador de Cureña.
Lizano tiene dos pequeñas lanchas, pero el motor de una está descompuesto. “Los nicas no nos dejan pescar en el San Juan y tampoco navegar después de las 5 p.m., dicen que por razones de seguridad”, expresó.
Algunos pescadores salen de noche o por las tardes, esperando que los policías nicaragüenses ya hayan hecho la ronda de vigilancia por las aguas del San Juan.
Obras urgentes
Los caminos son la prioridad para los pueblos de la frontera con Nicaragua, donde la siembra de la yuca es una de las principales actividades económicas.
“Aquí tenemos un serio problema: nosotros sembramos, pero no podemos sacar los productos, porque el camino está destruido”, dijo Adrián Lizano.
Entre Pital de San Carlos y la frontera, la vía es de lastre. Hasta Boca Tapada se encuentra en buen estado, pero de este sitio a Cureña solo se puede pasar en un vehículo de doble tracción.
En Boca de San Carlos no se puede salir en invierno porque los caminos de lastre son de puro barro y esto impide el paso de los carros.
En este pueblo, de 200 habitantes, según datos de la Fuerza Pública del lugar, el río es clave para el transporte.
Isidro Quesada, de Boca de San Carlos, comentó que los botes ticos que quieran navegar pueden hacerlo, pero siempre y cuando porten una bandera nicaragüense.
“Si no, no pasamos y nosotros dependemos del río”, agregó.
Las personas que requieren atención médica deben trasladarse hasta Pital o Boca Tapada, porque, según los vecinos de Cureña, el médico tiene más de un año de no llegar a hacer visitas.
La nicaragüense Susana Rivas manifestó que los gobiernos de ambos países deberían invertir “en mejorar la calidad de vida de las personas de allí y buscar fuentes de trabajo para mejorar la economía del lugar”.
El vicecanciller costarricense, Edgar Ugalde, adelantó que el litigio en La Haya podría terminar en junio o setiembre, cuando la Corte dicte sentencia.
“Costa Rica interpreta que no tiene por qué tener horarios o tener que colocar la bandera de Nicaragua, porque esto atenta contra los derechos que establece el tratado de 1858”, declaró.
Colaboraron: Herbert Arley y Jorge Bolaños.
Adrián Salas, de 25 años, tiene pocos meses de vivir en Boca de San Carlos, pero es consciente de que el río San Juan es vital para los pueblos de la frontera.
“Uno rápido se da cuenta de que todos necesitamos el San Juan; nos deberían dejar navegar tranquilos”, comentó.
Este joven dejó el ajetreo de San Isidro de Heredia para ayudarle a su abuelo con un negocio en Boca de San Carlos. “Aquí la vida es más tranquila; hay menos presiones que en otros lugares”.
La vida de Isidro Quesada gira al rededor del río San Juan.
“Yo hago de todo, pero el río es el que le da de comer a muchas personas en Boca de San Carlos y Cureña”, afirma Quesada.
A pesar de que le gusta viajar entre el río San Carlos y el San Juan, prefiere no acercarse al puesto en la orilla nicaragüense.
“Aquí lo mejor es evitar problemas; lo ideal es que nos dejaran pasar y poder pescar en el río, pero no lo hacen”, comentó.
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