Franklin Arroyo González
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Hace cuatro años, Gaby Burgos Montero quedó viuda, en uno de los momentos más complejos como madre: la pre adolescencia y adolescencia de sus hijos.

“Mi esposo enfermó de un momento para otro. Nunca dijeron las causas, ni cómo se llamaba la enfermedad. Solo que era degenerativa y terminal. Se comió las partes motoras. Nos tocó ver cómo un hombre sano quedó postrado en una cama, sin moverse, hasta quedar como un vegetal”.

En plena enfermedad, ella se echó al hombro la manutención de la casa, pues las cuotas que su esposo tenía ante la Caja Costarricense de Seguro Social no le permitían obtener la pensión.

“No fue fácil, tenía un salario de secretaria y no era suficiente. Busqué otras alternativas con conocidos. Un amigo contador me daba trabajo extra para que me pudiera acomodar un poquito. Ellos eran estudiantes”.

A golpe de coraje y amor por sus hijos Carlos Roberto, de 19 años, y Adriana, de 17 , sacó una carrera universitaria.

“Para mi hija todo fue muy duro. Tuvo crisis nerviosas, pero toda la situación estrechó más la relación de nosotros”, comenta.

Gaby tiene 42 años y trabaja en el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu). Hoy se siente orgullosa de ver crecer a sus hijos y a su nieta de seis meses.