Francia / DPA.- Quien cinco días después de una cesárea sale del hospital y entrega su hijo a una niñera para llegar a tiempo a una sesión de gabinete, produciría irritación incluso en Francia.

La ministra de Justicia, Rachida Dati, de 43 años, tiene sus motivos para actuar así: demostrar públicamente que su reciente maternidad no interferirá con su trabajo al frente del ministerio.

Por un lado, tiene el modelo de su madre argelina, que sin gran revuelo dio a luz once niños. Pero por el otro, está bajo fuerte presión política. Su actitud generó en Francia, un país con alta tasa de natalidad, un intenso debate sobre los derechos y deberes de las madres jóvenes.

El embarazo de la ministra ya había generado revuelo por el hecho de que ella se negara a dar información sobre el padre. Los paparazzi rodearon durante días la clínica privada con la esperanza de que Dati la abandonara tras el nacimiento en compañía del padre. En vez de eso, salió del brazo de su hermana, con falda corta, nuevo peinado y un bulto de mantas en el que llevaba oculta a su hija Zohra.

Los medios franceses dejan las especulaciones en manos de la prensa especializada. A cambio, se centran con pasión en el debate sobre los derechos de las madres.

Ségolène Royal, excandidata a la presidencia por los socialistas, defendió enérgicamente a Dati contra todos los que la acusaron de falta de instinto maternal.

“Una mujer que se retira de su trabajo para ocuparse de su hijo nunca puede estar segura de recuperar su puesto. Aún sigue habiendo una enorme desigualdad entre mujeres y hombres”, criticó Royal, que fue la primera mujer que tuvo un hijo ocupando un cargo de ministra.