Antonio Alfaro, periodista
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Hay mujeres de cuidado, pero usted cuídese de cuidarse en exceso de ellas.
Hay mujeres “veneno”, “imán”, “consuelo” y hasta “puñal”; “de fuego”, “de hielo”, “mujeres fatales”, según canta Sabina, pero ninguna es digna de desconfianza hasta que se demuestre lo contrario. Ni siquiera las que se meten en política y aspiran a la Presidencia de la República, así con “P” mayúscula.
¡Tranquilos, varones!, nadie perderá los pantalones, al menos no a la fuerza.
Me agrada de entrada una mujer, así vista en general, aunque aún no tengo nada a favor de una mujer, así vista en particular, por más “firme y honesta” que la presente su publicidad. De momento no me alcanza. Tan solo me agrada que pierdan terreno los prejuicios, ese machismo encabezado por nosotros y refrendado por muchas.
Tan solo le perdí el miedo a una dama presidenta, así con “a” al final, como admite la Real Academia Española, como teme más de una sociedad, incluso de aquellas dizque modernas.
¿Temor? Cuídese –si quiere y debe– de las curvas peligrosas, pero no de las mujeres de armas tomar.
¿No están la mayoría de nuestros hogares gobernados por ellas? Mujeres de casa a tiempo completo o las de ida y vuelta entre el trabajo y el hogar. Este país ha estado muchas años bajo mandatos de mujeres, pero nadie nos lo ha dicho.
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