Domingo 8 de marzo de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | Muchos se han ido, pero la mayoría sigue trabajando y trata de volver a la normalidad
Dos meses después, la fe aún no se ha perdido
Un vistazo a las zonas afectadas por el terremoto del 8 de enero
  • AlDia.cr
    Hilda Montero y Francisco Rodríguez viven en una casa temporal en la plaza de Poasito. En pocos días, él comenzará a trabajar en la construcción de la escuela de la localidad. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    En Varablanca muchos se fueron. Lo que antes fue el súper del pueblo, hoy está a la venta. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    La vía entre Varablanca y el hotel La Paz aún es peligrosa. El jueves un carro se atascó. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    Jorge Zamora batalla con las vacas bajo la lluvia. Eran las 4 :30 p.m.y venía de ordeñar. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    La vía hacia Cinchona, sobre el río El Ángel, permanece cerrada y sigue siendo peligrosa. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    Una excavadora fue arrastrada por un derrumbe el martes pasado. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    Carlos Barrientos quiere volver a Cinchona. Manuel Vega.
  • AlDia.cr
    Cinthya Chaves y Fanny Morera, hotel La Paz. Manuel Vega.

Ronny Rojas
ronnyrojas@aldia.co.cr

Varablanca.- Hoy hace dos meses a Carlos Manuel Barrientos Chavarría le cambió la vida.

Era jueves, iban a ser la 1:30 de la tarde y el sol brillaba en el cielo azul, cuando el terremoto de 6,2 grados en la escala de Richter destruyó Cinchona de Sarapiquí, el pueblo donde vivió toda su vida.

En cuestión de segundos, el galerón donde estaba picando caña para una cerda le cayó encima.

Quedó atrapado debajo de la estructura colapsada y solo pudo liberarse un par de horas más tarde, golpeado, con sus manos cortadas y un pedazo de lata de zinc incrustado en el brazo derecho.

Aún recuerda la terrible y helada noche que pasó con sus vecinos en una calle de piedra en Cinchona, esperando ayuda.

Varios amigos murieron sepultados por el lodo y desde aquel día no ha vuelto a Cinchona. No por falta de ganas, eso sí, sino porque no se lo permiten.

A Barrientos, de 62 años, lo encontramos el jueves pasado frente a un minisúper, en Río Cuarto de Grecia, apoyado en la pared, pensativo, con su bastón colgando en la reja de una ventana, viendo pasar los carros y el tiempo, y añorando su querida Cinchona.

No tiene casa ni dinero, es soltero, sin hijos y ahora vive con una hermana en Río Cuarto.

Hace 15 días comenzó a recibir una pensión de ¢57.500; el IMAS le entregó una ayuda de ¢130 mil y todas las semanas recibe un diario en la sede de la Cruz Roja.

Le sobran las ganas de trabajar, pero reconoce que le costará conseguir trabajo, pues su pierna y su mano izquierda no le funcionan bien desde que un carro lo atropelló hace cuatro años.

“Sería tan feliz teniendo un pedacito de tierra para vivir”, dijo.

Siguen adelante

Barrientos, hombre delgado y de baja estatura, conserva la sonrisa en el rostro y una actitud positiva con respecto al futuro, la misma que tienen los habitantes de las zonas afectadas por el terremoto del pasado 8 de enero.

En Varablanca de Heredia, por ejemplo, aunque algunos se han marchado, la mayoría se quedó para enfrentar la adversidad.

Freddy Molina, dueño del tramo La Esquina del Sabor, cuenta que después del terremoto sus ventas cayeron 80 por ciento y tuvo que disminuir los gastos de su casa para mantenerse a flote.

Ya de por sí la crisis económica le afectaba, afirmó.

Su madre y su hermana se quedaron sin casa y ahora viven en Santa Bárbara de Heredia.

“Hay días en los que a uno se le baja el ánimo, pero aquí nací y aquí moriré, no me voy. Tenemos lo que Dios nos da y lo que podemos hacer”, expresó, Molina, un tipo grueso de 54 años.

También afirmó que su negocio depende de la reconstrucción de la vía que comunica Varablanca con San Miguel de Sarapiquí.

Ligia Fonseca y su hija, Kattia Mata, no se amilanaron tras perder el restaurante en Varablanca que tanto sacrificio les costó.

Ellas no esperaron milagros y alquilaron un local en San Pedro de Poás; lo bautizaron “Las Delicias II” y ya están trabajando.

Allan Mata, hijo de doña Ligia, es chofer de una buseta para turismo y reconoce que muchas empresas no están vendiendo el volcán Poás como atractivo turístico, por temor a otro desastre.

“Uno no se puede olvidar de esta zona. Gracias a Dios todavía hay trabajo y lo más importante lo tengo conmigo”, contó Mata, mientras abraza a sus dos hijas, Adriana y Alexa.

Clima no impide trabajar

Por estos días el clima en la zona del volcán Poás no ayuda. La lluvia no es fuerte, pero si constante, el frío se mete en los huesos y el barro inunda los zapatos.

En Cariblanco de Alajuela, por ejemplo, un derrumbe provocado por la lluvia arrastró el martes pasado dos excavadoras que trataban de abrir camino hacia Cinchona, cerca del río El Ángel.

Sus ocupantes salieron ilesos, y desde ese día se suspendió el trabajo hasta que mejore el clima.

Cerca de allí, en el barrio San Martín , Melissa Solano contó que el pueblo se ha vuelto muy “aburrido”, y en la pulpería de su padre las ventas han caído, pues ya no transitan tantos carros.

Ella confía en que la vía a Cinchona pueda ser restaurada.

La lluvia y la falta de una casa digna no le impiden a Jorge Zamora trabajar y ordeñar todos los días las 60 vacas que tiene a cargo en la finca la Katiuska, en Varablanca.

Zamora contó sonriendo que vive en una lechería con su esposa y un hijo, pues el terremoto destruyó su casa y el dueño de la finca trabaja en su reconstrucción.

En lo que alguna vez fue la plaza de fútbol de Poasito, se levantan 27 casas de madera construidas por la Fundación un techo para mi país.

En realidad son cajones pequeños, montados sobre pilotes.

El agua se filtra por las paredes y en el interior huele a ciprés y hace frío. “Pero con unas buenas cobijas se duerme bien caliente”, dijo Francisco Rodríguez, quien comparte una casita con su mujer, Hilda Montero, y dos hijos.

Hace cuatro días el ICE instaló la electricidad. Algo que se nota, por las alegres canciones rancheras que salen de una pequeña grabadora en la casa de Rodríguez, cortando el silencio de la tarde.

Ellos esperan ayuda del gobierno. Sueñan con tener una casa propia y un trabajo.

Por ahora, esperan, mientras afuera la lluvia sigue cayendo.

  • AlDia.cr
    Isaac Solís explicó las labores de remodelación. Manuel Vega.
En el hotel trabajan a todo vapor

Los empleados del hotel La Paz, en Varablanca, no tienen otro objetivo más que tener listo el lugar para recibir turistas en julio.

Unas 60 personas trabajan a tiempo completo, reconstruyendo lo que se dañó y ampliando las instalaciones existentes.

“No importa si eran saloneras, recepcionistas, jardineros o mucamas. Hoy todos trabajan en lo que sea necesario”, explicó mojado y con botas de hule, Isaac Vargas, quien labora en la recepción.

El 98 por ciento de la infraestructura quedó en buen estado tras el terremoto.

El problema que tienen es la mala condición del camino.

Javier Arce, de 27 años, labora como supervisor de recepción, pero el jueves pasado estaba lijando una puerta. Él vive en Varablanca y no ha pensado en irse del lugar: “La idea es seguir luchando”, explica.

Cinthya Chaves y Fanny Morena son saloneras y las encontramos lijando los marcos de las nuevas ventanas de la recepción. “Se redujo el salario, pero al menos hay trabajo”, contó Morera, de 22 años.

Cinthya estrenó su casa en Cinchona hace seis meses, pero la perdió con el terremoto. Ahora dice que el gobierno no le da un bono de vivienda, porque alega que ya le había dado uno cuando construyó.

  • AlDia.cr
    Las “casas”son muy pequeñas. Manuel Vega.
Algunos ya tienen casa, otros esperan

En la plaza de Poasito hay 27 casas provisionales que albergan a unas 100 personas.

Este fin de semana se construirán otras 16 casas y podrían estar allí durante seis meses más, mientras el gobierno reubica a la gente.

El Ejecutivo espera el resultado de un estudio fotográfico en la zona que pagó el ICE, para conocer cuáles son los terrenos aptos y construir las nuevas viviendas, dijo la coordinadora del Sector Social, María Luisa Ávila.

Además, a partir de esta semana, 40 profesionales en salud mental viajarán a la zona para dar soporte a los afectados por el terremoto.

La titular de Vivienda, Clara Zomer contó que 214 familias ya aceptaron ser reubicadas a lugares como Carrillos de Poás, Pital y Aguas Zarcas de San Carlos, Río Cuarto y algunas zonas de Sarapiquí.

Según Zomer, en julio esperan tener listas las viviendas.

El gobierno tiene 158 lotes disponibles en distintos lugares, pero por su ubicación, no toda la gente está dispuesta a aceptarlos, dijo Zomer. “Trataremos de conseguir sitios más cercanos”.

Publicidad
Publicidad
Recomienda esta página a un amig@
Recomienda esta página a un amigo

© 2009. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.