Franklin Arroyo González
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Tiene 42 años y se define como una persona que no es hombre ni mujer, es intersexual.

En su niñez y adolescencia le puso el pecho a las burlas y críticas, pues creció como hombre y está registrado legalmente con ese género.

“Era el rarito del grupo aunque en el fondo sabía que era diferente”, comentó. Accedió a conversar con Al Día a cambio de proteger su identidad.

“El registro civil debería permitir ese cambio (de género). Afectan a muchos”, dijo.

En su adolescencia, empezó a investigar y se dio cuenta que lo suyo podía ser una patología.

Hoy se diagnostica como alguien con “Síndrome de Kalman”, que son personas cuyos órganos (masculinos o femeninos, según sea el caso) no llegan a una etapa de madurez. Además, no pueden oler.

También padece de daltonismo. “Cuando fui al hospital (no aclaró cuál), me dijeron que ya estaba muy grande para operarme”.

“Cuando yo nací no era como ahora. El Hospital de Niños hace una buena labor, pero deberían cambiar el protocolo de atención. Que se esperen para hacer la operación por si la persona quería el otro sexo”. “Cromosómicamente soy hombre, pero anatómicamente mujer. No es tan fácil definir lo que uno es con solo ver los genitales. Soy intersexual”.