El Consejo de Transporte Público anuncia que revisará a partir de mañana el estado de los buses de una empresa a una de cuyas unidades se le reventó, el miércoles pasado, la barra de transmisión en pleno servicio y le causó graves heridas en una pierna a una empleada doméstica, en el sector de Guachipelín, Escazú.

La víctima, Dunia Suárez, nicaragüense de cuyo trabajo depende la manutención del hogar, porque su esposo está desempleado, solo recuerda que algo tronó debajo del bus y “luego la pierna me quedó destrozada”. Su historia pudo ser la de cualquier usuario, de cualquier persona, adulta o menor, que necesite de los servicios de buses.

La Aresep confirmó que en las principales rutas circula un 10% de la flotilla de unidades con 15 años de servicio en promedio y que ya deberían estar fuera de servicio.

No ocurre así. No hay Riteve que valga o pasan la revisión muy fácilmente.

Vemos a diario cada bus circulando, botando humo que da miedo y a conductores hablando por celular en abierta infracción y ¿dónde están los oficiales?

Los usuarios no dejan de reclamar.

Las unidades tienen malas las puertas; mientras circulan se escuchan ruidos raros, o se les mete el agua de las lluvias. Los asientos se mojan.

Y en su interior reina la suciedad, cuando no el maltrato del personal.

Pero las empresas hacen fila para pedir alza de tarifas. Que la emergencia que sufrió esta ama de casa, que es toda una alerta de peores emergencias que podríamos atestiguar, sirva para que el Consejo de Transporte lance una cruzada de revisión y rigor para sacar de las calles tanta “lata”.