Edgar Fonseca
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Mis felicitaciones, para empezar esta mañana, a las autoridades universitarias y al gobierno.

Demostraron que, sin claudicar en principios, ni traicionar luchas, ni desconocer severas realidades fiscales, los principales actores sociales se pueden sentar, aún, en este país a negociar y llegar a acuerdos.

Ratificaron que el diálogo es lo que resuelve el destino de esta nación. Y que, por muy distantes que sean las posiciones, deben imperar reservas suficientes de madurez, de sensatez, de una y otra parte, para amarrar consensos, como el presente, de profunda implicación en la vida educativa, social, económica del país.

Todo un tapón de boca a los sindicalistas y a las gavillas juveniles que se quedan sin alas para seguir en la vagabundería, la arbitrariedad y el menosprecio a valores claves de convivencia democrática.

Y una de arena…Lastimosamente en esta misma semana que acabó, un fallo de la Sala IV deja al país al borde del colapso en su ya deteriorado servicio portuario.

Vuelven todos los privilegios y abusos conocidos a los muelles de Limón. Los sindicalistas pueden paralizar a su antojo los muelles por lo menos 11 días al año.

En infraestructura portuaria, Costa Rica ocupa el puesto 128 a escala mundial, según el más reciente informe del Foro Mundial de Competitividad Económica.

Nicaragua, a la par, y Mongolia, al otro extremo del mundo, nos dejaron atrás. Y estamos a 100 años luz del desarrollo portuario de Panamá.

Y todo ello pasa al frente de nuestras narices mientras el orbe avanza vertiginoso en competitividad. Chile, Singapur vuelan. La mismísima China roja de Mao y Deng ya supera a Japón. ¿Dónde queda el sentido común de resoluciones que, por purismos técnicos o procedimientos, nos condenan a seguir en el atolladero tercermundista?