Ana Coralia Fernández, periodista
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Hace once años se lanzaban los más oscuros vaticinios en relación con el cambio de milenio, del siglo, de la década y del año.
Se tomaron entonces las más estrictas previsiones para que computadoras, relojes y aeropuertos no generaran tragedias, interrupciones ni caos.
Cuando la sempiterna voz de Radio Reloj hacía la cuenta regresiva para el cambio, muchos no estábamos seguros si, efectivamente, con las primeras notas del Himno Nacional, se pondría todo oscuro de repente y escucharíamos en un eco la voz del fin del mundo diciendo: ¡Nunca- jamás! ¡Nunca-jamás!
Más de uno esperó acostado con la cobija hasta arriba a que pasaran los tres días de oscuridad y por ahí del 4 de enero se animó a salir tirando ojo por aquello de que las siete trompetas celestiales le llamaran a juicio.
Pero nada pasó y todos los conjuros fatalistas fueron tragados por el semidios del tiempo como pasa siempre, sin la menor posibilidad de recuperar ninguna de las cosas idas salvo en los recuerdos y fotografías desteñidas.
Ahora el 2010 se echa un bostezo y la primera década del nuevo siglo también se marchará como arena entre los dedos.
Mucho se lleva con ella y por eso la vida de cada día, cada minutico de aire, de risa, de fe y caridad son el mejor “agüizote” para enfrentar lo que venga, lo que siga, lo imprevisto, lo que se merezca y lo que no.
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