Es al pitcheo al cual los Gigantes de San Francisco deben dar las gracias por su primer campeonato de la Serie Mundial, desde que la franquicia se fue a California en 1958.
San Francisco se consagró pese a la ausencia en su alineación de un bateador de fuste. Quien acabó como el Jugador Más Valioso fue Édgar Rentería, quien al final de la temporada regular era como un cero a la izquierda en los planes del piloto Bruce Bochy, y acabó conectando un jonrón clave ante Cliff Lee, en el juego decisivo contra los Rangers.
Los Gigantes apenas batearon para .237 en la postemporada, el promedio más bajo de un campeón desde que los Dodgers registraron .227 en el año 1988, pero con una efectividad de 2.47 por parte de sus lanzadores se las arreglaron para atrapar un título que, en el pasado, le había sido esquivo a inmortales de Cooperstown como Willie Mays, Juan Marichal, Orlando Cepeda y Willie McCovey.
Lincecum, Matt Cain, el puertorriqueño Jonathan Sánchez y Madison Bumgarner fueron los cuatro pilares de una rotación que dio la nota, por ser la primera en la Serie Mundial formada por el propio equipo desde 1986, cuando los Medias Rojas emplearon a Roger Clemens, Bruce Hurst, Dennis Boyd y Al Nipper, contra los Mets.
Los Gigantes tumbaron a Atlanta y luego eliminaron a los Filis para quedarse con la Serie.
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