Esteban Rojas Sáurez
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De punta a punta, el país se tiñó de color y fervor cívico el pasado 7 de febrero.
Hace ocho días los ticos abrieron otra página en la historia al escoger a Laura Chinchilla como la primera Presidenta de Costa Rica.
En una jornada electoral que comenzó fría, las 6.617 juntas receptoras de votos abrieron sus puertas en todo el territorio nacional a las 6 a.m.
Con el pasar de las horas, la gente empezó a acudir a los centros de votación, donde los guías de los partidos políticos abarrotaban las entradas y llevaban a los electores a las urnas.
En las calles, las banderas de las agrupaciones políticas luchaban contra el viento para mantenerse en su lugar.
Cualquier sitio era bueno para colocar una. Desde la montura de un caballo o una bicicleta hasta enrolladas en el cuello o pegadas a un sombrero.
Los candidatos con más oportunidades de ganar no pararon ni un solo minuto.
Chinchilla, hoy Presidenta electa, llegó a la escuela Joaquín García Monge, en Desamparados, a las 10:30 a.m., a emitir su voto. En un solo coro, a viva voz y a todo pulmón, le gritaban “¡Laura Presidenta, Laura Presidenta!”
Ottón Solís, excandidato del Partido Acción Ciudadana, visitó bares y escuelas. Pidió a los presentes ir a votar.
Otto Guevara, del Movimiento Libertario, siempre estuvo acompañado de su novia Déborah Formal.
La alegría del pueblo no paró ni a las 6 p.m. cuando se cerraron las mesas de votación y cuando todos quedaron a la espera de los primeros resultados del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
La fiesta estalló pasadas las 8 p.m. cuando se comenzó a vislumbrar el triunfo de la entonces candidata del oficialismo. En las tiendas rivales, los rostros fueron de tristeza y derrota.
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