Domingo 14 de febrero de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | De hoy
El Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
asaenz@liturgo.org

Este será el último de los domingos del tiempo ordinario antes de Cuaresma.

Hoy, San Lucas nos propone la elección de unos discípulos a los que Jesús llamó apóstoles y un sermón muy intenso suyo que traza el perfil de quienes quieran ser sus discípulos.

Jesús resume su proyecto en ocho frases breves. Cuatro sentencias se refieren a la bendición que supone el abrazarse a él, haciéndose solidario de todos en el camino de la vida: en pobreza, solidaridad y compasión; dejándolo todo en las manos de Dios, que se encargará de recompensarnos al término de la vida.

Mejor todavía si nos insultan y nos proscriben a causa de Jesucristo. Así trataron a los profetas.

Las otras cuatro están relacionadas con la ruina y el fracaso que le vendrán al ser humano cuando, rechazando la voluntad de Dios, pretenda abrazarse a lo temporal: dinero, éxito, placer. Peor aún cuando todos exalten a esa persona como ejemplar, por la audacia de sus negocios o la forma como manipuló y mintió a sus hermanos.

El texto se parece al de San Mateo, pero más breve. Lucas, además, lo ha equilibrado agregando las maldiciones. Hoy aprendemos que el acceso al reino de los cielos es simple.

Solo hay que bajar la intensidad de nuestras presunciones y ambiciones. Es especialmente urgente que cada cristiano católico discierna entre lo esencial y lo accidental.

Ponderar a los hermanos nos humaniza y nos hace valorarles, no por lo que tienen, lo que ganan o lo que hacen, sino porque son humanos, hermanos nuestros.

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