Eduardo Solano
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El no haber estado en la ciudad de Johannesburgo, para la inauguración y primer juego de la Copa del Mundo, entre los anfitriones y México, no me impidió disfrutar de la gran fiesta de los sudafricanos en la ciudad de Durban, un lugar muy diferente al convulso “Joburg”, como se le conoce.

Está a la par de la playa, con un puerto muy amplio, donde hacen fila en el horizonte infinidad de barcos para descargar o llevarse los productos. Los habitantes de esta costa proceden muchos de ellos de lugares como la India o Pakistán, hasta nos hemos encontrado de Sri Lanka. Hablan solo inglés y desconocen por completo las lenguas locales.

Vi el partido en el llamado Fan Fest, un área extenso hecho especialmente para ver los juegos a distancia y seguir la fiesta como si fuera en el estadio. También para la exposición de los patrocinadores.

Al igual que en el Soccer City, las camisas amarillas con verde dominaron el espacio, acompañándolas con las ensordecedoras “vuvuzelas”, que no dejaron de sonar desde muy antes de iniciar la colorida inauguración, siempre siguiendo los cánticos y pasos realizados por los artistas y folkloristas locales, que de seguro venían preparados para una maratónica jornada que iba a hacer mella en ellos.

Pero no importaba, ya que será ésta la única vez que tengan un Mundial en su país.

Pese al empate, éste sentó bien a los admiradores de Mandela, que prometen darlo todo ante Uruguay.