Santiago de Chile/AFP y AP.- Vándalos incendiaron ayer el edificio de la tienda La Polar, una de las más grandes del país, causando una nube gigantesca de humo oscuro; además, saquearon el cuartel de bomberos de Concepción, ciudad donde faltan agua, alimentos y combustibles.
La caótica situación derivada del terremoto de 8,8 grados que azotó el país el sábado pasado y ha dejado más de 723 muertos, forzó a la presidenta Michelle Bachelet, a movilizar 7.000 militares.
El estado de convulsión en Concepción, persuadió además a Bachelet a ampliar de 9 a 12 las horas el toque de queda, y a enviar suministros y 7.000 militares.
Los saqueadores asaltaron casas, gasolineras y farmacias, pese a los intentos de la Policía por contenerlos. El pillaje se daba a pesar del sobrevuelo de helicópteros de la Policía, los intentos de antimotines por detenerlos y la llegada de militares que entraron a la ciudad bajo el grito de los residentes: “¡finalmente, finalmente!”.
“Está lleno. Tienen agua, alimentos, pañales, leche. No dejan entrar”, dice un hombre frente a otro supermercado de Concepción, saqueado una hora antes por gente en busca de comida.
Una turba saqueó la municipalidad de Hualpén, destruyendo y robando computadores, por lo que el alcalde Marcelo Álvarez, casi en llanto, pidió al Gobierno poner mano dura “porque esto está descontrolado. Se han tomado la ciudad”. El terremoto causó daños a 1,5 millón de viviendas y perjuicios a dos millones de personas.
Ellos sobrevivieron
Alex Tapia y su esposa Rosa María, estaban durmiendo cuando el suelo empezó a temblar y corrieron a buscar a sus hijos, Domenika y Alex. Los abrazaron mientras sentían que el edificio se caía.
“Es indescriptible”, cuenta Alex, cuya familia alquilaba un departamento en el sexto piso del edificio de Concepción que se derrumbó por completo. Tras el impacto, en medio de la penumbra, Rosa sintió aire. “Por allí”, le indicó. Alex empezó a buscar entre los escombros y halló una abertura. Era la parte en que el edificio se partió al caer, muy cerca de su departamento, pero muy lejos de la muerte.
“Luego encontré una vía de escape, vi que podíamos salir y regresé por mi esposa y mis hijos”, cuenta el ecuatoriano, quien como consecuencia del derrumbe lleva el ojo derecho morado. Pero toda su familia está bien.
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