Antonio Alfaro
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La última tentación en carretera ya seduce. No es una bella motorizada, en ajustado traje, al mejor estilo de “Gatubela”, pero vestida de inspectora con altas botas de cuero, pantalones negros casi encarnados y escotada blusa blanca más propia de las “Rumberitas”. No es Michelle Pfiffer en el papel de la felina, pero a más de uno hará flaquear.
La última tentación en carretera también asusta. Incluso más que los fantasmas de la isla San Lucas. El miedo podría funcionar entonces en doble vía: corregir o corromper. Que la ley logre a la fuerza lo que no se ha conseguido por conciencia es la esperanza. Que las multas de hasta ¢381 mil hagan caer en pecado mortal es el gran temor.
Es una ley severa con la gran falta –en hora buena– y severa con el mal menor. Es una ley para incorruptibles. ¿Usted lo es? Este mortal –que se jacta de no pagar mordida a ningún precio– al menos dudaría un instante si en una de tantas, atrapado a 30 kilómetros por hora en una zona urbana, queda a punto de ser fusilado con un parte de ¢286 mil. A cualquiera le pasa. El inspector lo sabe. Usted también. Esta vez no será el “cafecito”, sino la cenita familiar. Después de todo, algunas multas superan el salario de más de un oficial –según criticó uno de ellos–.
De paso lo invito a no pasar de 20 kilómetros por hora en ciudad, como está estipulado. Será un curso intensivo de paciencia –madrazos gratis incluidos–. Usted aguante, que Batman no irá al rescate. Quizás Gatubela.
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