Roxana Zúñiga Quesada, periodista
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Leyendo aquí, allá y acullá por Internet, me encontré con un supuesto epitafio de la cantante Chavela Vargas.
“Cuando fui borracha bebí intensamente, cuando amé, amé intensamente; cuando lloro, lloro espantosamente; cuando soy feliz, nadie me gana. Y soy feliz porque soy Chavela Vargas. Volvería a nacer y volvería a pedir ser lo mismo”.
Busqué otros escritos de las tumbas. Groucho Marx, el famoso comediante: “Perdone que no me levante”. Un gran escritor francés: “Aquí yace Molière, rey de los actores. En estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace bien”.
El dramaturgo español Miguel Millhura Álvarez: “Ya decía yo que ese médico no valía mucho”. El marqués de Sade: “Si no viví más, es porque no me dio tiempo”.
El actor estadounidense John Wayne tenía fama de aburrido y de hablar de un solo tema: los caballos. Pero reflejó una fina ironía al morir: “Feo, fuerte y formal”.
Otra actriz, Bette Davis, también demostró cierto humor al dejar para la posteridad esta frase: “Lo hizo a la manera difícil”, en un intento de resumir su forma de ver la vida y su fuerte personalidad.
Jesse James, el renombrado forajido del oeste estadounidense. “Asesinado por un cobarde y traidor cuyo nombre no merece figurar aquí”. A James le disparó en la nuca un miembro de su propia banda, Bob Ford.
En fin, el humor da hasta para irnos a la tumba. Una buena práctica: reírnos de nosotros antes de que lo hagan los demás.
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