Antonio Alfaro
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La Liga tuvo hambre, iniciativa, ambición; Saprissa tuvo firmeza, solidez y un gol; el clásico tuvo un juego que a nadie defraudó.
Las armas estaban más que develadas. La Liga aplicaría su velocidad. Un delantero liguista con espacio es como un Fórmula Uno en el circuito de Monza. Y Roy Myers lo sabía. En uno de los circuitos más rápidos, los bólidos pueden alcanzar hasta 340 kilómetros. A esa velocidad le bastarían tres minutos y medio para recorrer La General Cañas desde La Sabana hasta el aeropuerto Juan Santamaría, pero anoche el técnico morado los metió en la Avenida Segunda a las 5:30 p.m., en plena “hora pico”.
Cordero, Drummond y Sequeira tenían un solo mandamiento: prohibido dejar espacio a las espaldas; ahí, bien plantados, debían dejar a Ureña, Solórzano y Argenis (incluido de relevo) con las ganas de majar acelerador.
Douglas Sequeira mostró la maña en el primer mano a mano con Ureña: se negó a correr con él por la banda –ni tonto que fuera- corrió en diagonal hacia el centro y contó con la precipitación del joven manudo (con centro desviado).
Eran minutos de demasiada presión, demasiado público, demasiada ansiedad en los dos bandos. La pelota le quemaba en el inicio y los despejes hacia adelante podían competir en número con las serpentinas que debieron retirar del área defendida por la Liga.
Aunque ésta salió del entrevero y metió el juego en campo rival fue Saprissa quien sacó provecho del atrevimiento rojinegro.
Lo del cuadro morado no suele ser velocidad, sino sigilo, astucia, posesión, centros y definición de sus cazadores, en especial Alejandro Sequeira, el hombre de un gol por partido, un cazador de leones que espera el momento, se mueve en pocos metros, apunta y cabecea. Su presa era el invicto del guardameta Wardy Alfaro, con 648 minutos sin recibir gol al momento del pitazo inicial. No lo rompió él, pero su toquecito con la coronilla, de espaldas al marco en el límite del área, dejó a Josué Martínez de cara al gol. Se acabó.
Si la Liga tenía sus Ferraris, Josué Martínez fue un McLaren, listo a acelerar ante los espacios dejados por una Liga atrevida. Si Wardy le negó el gol en la primera y su puntería le falló en la segunda, en la tercera la mandó al fondo. Una cuarta ocasión, de zurda, cruzada, por poco se convierte en el segundo gol. Veloz, dotado para ir a los espacios o por el centro, fue una flecha de plata en la primera parte. En la segunda desapareció, como el ataque de Saprissa, más empeñado en bloquear las vías, ni qué decir con el predecible ingreso de Argenis Fernández, su dolor de cabeza en los últimos duelos.
La Liga atacó a más no perder, pero los leones, como dicen los programas de la “tele”, pese a su fama de cazadores, tan solo aciertan el 30% de sus cacerías. Saprissa, en cambio, supo cazar al león.
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