Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr
Los costarricenses estamos sumamente intolerantes. Nuestros tatarabuelos no nos conocerían si por un milagro de Dios volvieran a Tiquicia a departir por estos rumbos.
Solo manejar proporciona más estrés que el horario de 18 horas de un corredor en la Bolsa de Nueva York. ¡Cuántos improperios, insultos, malacrianzas y desmanes se escuchan y observan! Ni en la biblioteca del infierno se consigue un compendio de tantas groserías y actitudes de patanes.
¿Qué nos pasa?, diría el célebre comediante mexicano Héctor Suárez. La respuesta puede ser de múltiples factores y los dejo como interrogante, aunque sé que la labor de un periodista es contestar preguntas, no plantearlas.
¿Será que estamos frustrados por años y años de gobiernos ineficientes? ¿Será que nos encoleriza la corrupción galopante y ver a tantos organizar festines con el dinero público, sin que haya control, supervisión y vigilancia? ¿Será que la sociedad costarricense ha perdido sus valores y ha quemado, en el altar consumista, lo mejor de su herencia? ¿Será que los padres ya no hacen del hogar la escuela de la vida? ¿Será que los centros de enseñanza no guían a los jóvenes ni les inculcan las enseñanzas de lo mejor del ser humano?
¿Será que los medios de comunicación tampoco colaboramos con educar e informar? ¿Será que el respeto a los demás ya no es la frontera donde detenemos los actos?
¿Será que perdimos temor a Dios y reinan más los malos consejos del rojizo?
Nuestra sociedad está enferma ¿A usted qué le parece?
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