Martes 18 de mayo de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | Plagio en Guayabo de Bagaces
Finquero contó la plata de su secuestro
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    Francisco Alvarado lamentó que Michael Barrantes fallara el penal contra San Carlos, mientras recordaba los detalles del secuestro. Cristian Campos L.

Cristian Campos Lostalo, corresponsal GN
redaccion@aldia.co.cr

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Guayabo, Bagaces.- “Estaba oscuro. Ellos andaban un foco pequeño. Uno, contó la plata, pero se notaba nervioso; por eso me la dio a mí para que la contara”, relató ayer Francisco Alvarado, finquero que fue víctima de un secuestro en Bagaces, Guanacaste.

Ayer, Alvarado relató a Al Día lo que vivió durante esos momentos de cautiverio y cómo le da gracias a Dios de estar con vida.

Los dos días y medio anteriores previos a su liberación, Francisco sólo comió cuatro empanadas de piña –de esas que venden en bolsas plásticas en las pulperías del barrio–.

Desde que fue interceptado en la entrada de una de las fincas de don Marcos (su padre), los tres secuestradores se lo llevaron caminando.

“El primer día caminamos poco. El jueves dábamos vueltas; mientras, con mi teléfono, llamaban a la casa de papá para pedir la plata. El viernes sólo tomé agua y lo mejor vino por la noche”, recuerda Francisco, sentado en una mecedora en su casa con un sombrero del Saprissa.

La policía sigue rastreando en la zona a los secuestradores.

Le dieron sábana

De hecho, Francisco dijo ayer que él mismo les pedía que les socaran las amarras que tenía en las manos; “para no darles la impresión que me iba a escapar o a enfrentarme a ellos; porque tenían un arma”, relató.

Esa “gentileza” también fue correspondida por los plagiadores. En una de las noches cuando Francisco estaba a punto de dormirse, sacaron una camisa de un bolso que ellos andaban y se la pusieron como almohada debajo de su cabeza y “después sentí que me pusieron una sábana, al momento en que yo dormía en el piso de tierra”, recordó.

Para Francisco, las dudas aún no se despejan. Está seguro que dos de ellos son nicaragüenses; pero el tercer hombre, nunca se puso de frente y cada vez que le hablaba se tapaba la nariz.

“Yo no sé si me conoce o lo conozco. Estaban con pasamontañas; pero me parece extraño que cuando hablaba por teléfono también se cerraba la nariz”, comentó Francisco.

Estaba oscuro

El viernes anterior todo estaba oscuro. Incluso las luces de un Mitsubishi que llegó a encontrarse con los tres secuestradores que mantenían desde la tarde del miércoles 12 en cautiverio a Alvarado, estaban apagadas. Esas habían sido parte de las condiciones de los plagiadores.

Otra de las condiciones fue que no le avisaran nada a los “policillas” le dijeron con acento nicaragüense a don Marcos, desde la primera llamada que hicieron para pedir la plata, el miércoles a las 7:19 de la noche.

La negociación pasó de $800 mil a $10 mil. Un sobre de manila amarillo con esa cantidad, pero distribuido en billetes de $20, $50 y $100, fueron entregados por don Marcos en las propias manos a un encapuchado.

Don Marcos tuvo a dos de ellos frente a frente. Les dio el dinero en sus manos. Todo estaba tenso. El rescate fue entregado, pero el padre no vería a su hijo sino hasta después de media hora. Fueron treinta minutos eternos.

A menos de 10 kilómetros de ese sitio; una madre, una esposa y cinco hijos hechos un puño rezaban a Dios que Francisco estuviera con vida, y “que el abuelo traiga a la casa a mi papito” decía Marianita; la hija menor.

Un hermano de Francisco, que se llama igual que su padre, reconoce la fortaleza mental de su hermano. “Posiblemente, él supo ganarse la confianza de los secuestradores y nunca hizo nada que los alterara”, dijo.

Sábado de campeonato y domingo de misa

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Karla Valverde, esposa de Francisco.

Karla Valverde, esposa de Francisco Alvarado, desde hace 17 años, casi no durmió ninguna de esas noches. Sus cinco hijos, en la misma cama, velaban para que su papito volviera con ellos. Y el milagro se les hizo la noche del viernes.

“Para terminarla de hacer, mi equipo Saprissa me regala un campeonato y el domingo en la mañana fuimos todos juntos a misa de 9. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?”, dijo ayer Francisco.

“Dele gracias a sus hijos porque yo también soy papá”, recuerda Francisco que le dijo uno de los delincuentes “porque yo también tengo tres hijos y aunque estoy en esto, pienso en ellos”, le explicó el secuestrador.

“Les daría un beso”

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Mercedes Méndez y Marcos Alvarado.

Marcos Alvarado y Mercedes Méndez, procrearon a ocho hijos. Uno de ellos murió y Francisco es el quinto de los ocho. “Lo peor le pasa a uno por la mente cuando le dicen a uno esas cosas” dice doña “Mina” como le dicen de cariño, su esposo, hijos, nietos y vecinos.

“Si yo estuviera frente a esos muchachos los abrazaría y los besaría porque estoy agradecida con ellos porque a mi hijito no me le hicieron daño. Ahora lo tengo conmigo y no me le hicieron ningún rasguño. Dígame usted ¿cómo no voy a estar agradecida con ellos?”, contó.

Don Marcos, a quien los antisociales también encañonaron en el momento de ir a pagar por la libertad de su hijo; dijo que “Yo he sabido invertir, pero plata en efectivo no tengo. Me llamaron el viernes al mediodía para preguntarme si ya tenía la plata, les dije que me la estaban consiguiendo y supieron esperarme”, relató.

“Francisco fue muy astuto y le hizo ver lo que yo les decía por teléfono. Él les dijo que para recoger los ¢400 millones que pedían, yo tenía que ir a vender 2.000 vacas a ¢200 mil cada una y ¿quién me las iba a comprar? Tal vez eso, hizo que entendieran un poco”, comentó ayer don Marcos.

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