Angie López Arias
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El único sonido que irrumpe en el tétrico silencio de calle Lajas, es la quebrada que recorre apacible lo que una vez fue una comunidad unida y familiar.
Su pobre cauce es ahora el único testigo de la destrucción y la soledad que allí imperan, pero es a la vez uno de los culpables de una huella de dolor imborrable.
A casi un mes de la tragedia, el panorama es desalentador en el poblado que estaba ubicado en San Antonio de Escazú. El lugar no volverá a ser igual, por doquier hay casas destruidas, enormes piedras y montañas de tierra.
El miércoles 3 de noviembre a eso de las 11:40 p.m., una avalancha de lodo y rocas descendió del cerro Pico Blanco a más de 60 kilómetros por hora, destruyendo todo a su paso y arrebatándole la vida a 24 personas, una de ellas, Cristina Solís Acuña, cuyo cuerpo nunca apareció.
Según Rolando Mora, director de la Escuela de Geología de la Universidad de Costa Rica (UCR) , ese alud fue el evento con más muertes en la historia del país.
Dolorosos recuerdos
Para Elizabeth Jiménez, de 20 años, es difícil contar lo vivido aquella trágica noche. Aún no comprende cómo sus vecinos, sobre todo niños con los que jugó, hoy estén muertos.
Su mamá la despertó y cuando salió, el lodo estaba a la altura del balcón, vio hacia la montaña y los postes, tapias, muros y casas iban cayendo como “dominó”.
Ella, sus papás y los tres hermanos sobrevivieron, pero abandonaron la casa, ahora viven con sus abuelos, pero el futuro es incierto, pues no saben qué hacer.
A pesar de la devastación que causó el deslizamiento, varias casas quedaron en pie y aunque no pueden estar habitadas, hay quienes se niegan a dejar el lugar.
“Si nos dicen que tenemos que irnos, hay que comenzar de nuevo y eso es muy duro”, comentó José Fabio Jiménez, de 47 años y con 46 de vivir en calle Lajas.
Jiménez recuerda que ese “riillo” se salió una sola vez hace más de cinco años, por lo que para él es increíble que el riachuelo provocara tal desastre en la zona.
Quienes debieron abandonar sus viviendas están preocupados porque personas inescrupulosas se han aprovechado de la situación para robar todo lo que encuentren; vidrios, puertas, portones, y todo lo que quedara en pie.
Además, hay quienes visitan la zona con morbo, como si el área de desastre fuera un lugar turístico y la tragedia que llena de dolor a decenas de familias, fuera algo de lo cual mofarse.
Ayuda a afectados
Unas 135 personas damnificadas de calle Lajas permanecen en el albergue instalado en el Liceo de Escazú. A los afectados se les prohibió hablar con la prensa.
Un joven de 27 años y quien perdió a su hermano, cuñada y tres sobrinas en el desastre, habló con este medio a pesar del impedimento y aseguró que no sabe hasta cuándo estarán allí porque quedaron sin absolutamente nada.
Fernando Marín, ministro de Bienestar Social, dijo que en la llamada “zona cero” que fue donde hubo mayor afectación y la mayoría de muertes, 46 familias resultaron afectadas.
Además, preliminarmente se dice que unas 17 viviendas desaparecieron y otras seis resultaron con daños parciales, sin embargo, esa cifra aumentará conforme la evaluación de los expertos. Marín estima que se tendrán que buscar unas 50 soluciones de vivienda.
Marco Segura, alcalde de Escazú, indicó que a quienes alquilaban se les dio un subsidio de ¢120 mil por tres meses, así como a los propietarios.
En Escazú se han girado más de ¢27 millones.
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