Noviembre se va y llega el pago de aguinaldos, un ahorro obligado que no siempre se invierte de una forma planificada en la mayor parte de la población.

El comercio se frota las manos y buena parte de los 315 mil millones que repartirá el sector privado y de los 105.630 mil millones del sector público, quedarán registrados como ingresos en bienes y servicios que diciembre impone por la costumbre y la tradición.

Bien utilizado, el aguinaldo podría resolver necesidades que se arrastran desde meses atrás en mejoras para la casa, iniciar un buen ahorro, planificar una carrera y hasta adelantarse a cada vez más cara entrada a clases y hacer una reserva para imprevistos.

Pero entre los ingredientes de los tamales, regalos, pago de impuestos, portal y marchamos, el esperado depósito, se reduce al punto que ni siquiera sirve de muleta para escalar la empinada cuesta de enero.

Se ha dicho mucho, pero nunca será suficiente.

Por favor, cuide su aguinaldo y cuídese usted al retirarlo de los cajeros, al gastarlo o al invertirlo.

Ponga en una lista sus prioridades y contraponga lo que recibe a la lista de gastos y necesidades.

Piense que si su ingreso es el único o el más importante de la casa, su familia también ha contribuido a que diciembre sea un mes de fiesta: cada uno con su esfuerzo de cada día también hace más cercana la Navidad.

Adelántese a los riesgos y no se descuide al hacer compras, ni se deslumbre ante ofertas que a lo mejor no necesita.

Sobre todo piense que guardar una parte de lo que recibe, resolverá variables que al comenzar el 2011 llegan a “pito y caja” sin escuchar razones.

El aguinaldo es un ahorro. Piense en que esa suma resume su esfuerzo de los meses laborados y que de ningún modo es una licencia para el despilfarro o el gasto a la ligera.