Edgar Fonseca
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Ortega pone, nada menos y nada más que al jefe de sus fuerzas militares, Julio César Avilés, a cargar de cizaña contra Costa Rica.

Avilés, exguerrillero sandinista de línea dura, de rigurosa formación en La Habana, se encarga, así, de la miserable tarea de desprestigiar a un país modelo de la comunidad internacional por haber tomado la histórica decisión de eliminar su ejército, hace ya 60 años.

Avilés, para que estemos todos enterados, ha dirigido personalmente las operaciones militares en el sector de invasión a Costa Rica, como si tratase de un teatro de guerra. Algún día debería ser llamado a cuentas por nuestros tribunales por esta agresión a nuestra soberanía.

Su primer anuncio ayer, en la celebración del Día del Soldado en Managua, fue mostrarse como una blanca paloma.

Costa Rica, se dejó decir sin empacho, triplica en gasto en fuerzas armadas.

Con esa mentira cumple los designios de Ortega, reniega del profesionalismo que correspondería a cualquier jefe militar y solo se vuelca en andanadas.

No tienen ningún otro argumento con el cual justificar ante la comunidad internacional, que ya les condenó en la OEA, este descarado atropello al derecho internacional, esta violación a la soberanía que perpetran impunes sus tropas en nuestra área fronteriza desde el 21 de octubre.

Ninguna verdad blanca de Ortega y sus secuaces.

Nada por lo cual la administración Chinchilla deba ceder en su empeño de que en la frontera se restaure el respeto a nuestra soberanía y a las relaciones bilaterales.

Mientras no salgan esas tropas invasoras, con esta gente no hay nada que negociar.