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Boyeros y yuntas desfilaron frente al templo de La Merced. Cristina Montealegre.
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A Maritza Fernández el desfile le sirvió para despejarse un rato. Su esposo Santiago Fernández la convenció de no quedarse en su casa, porque le dijo que “la vida debe continuar”.
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Indomables, le resultaron los bueyes a la niña Naidelyn Torres, de seis años, quien desfiló procedente de Agua Caliente.
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Los bueyes, juntos en el arado y ahora en la capital, siguieron dóciles las órdenes de sus amos .
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No solo bueyes. En la actividad también desfilaron vacas, terneros y hasta potros. Todos querían tocarlos.
Karla Barquero, colaboradora
redaccion@aldia.co.cr
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Maritza Fernández Marín fue una de los 300 participantes del desfile de boyeros que se realizó ayer, en medio del pasacalles, algo en ella llamó la atención: su lazo negro.
Desde San Antonio de Escazú, desfiló junto a su esposo, Santiago Fernández, para despejar su mente, ya que durante el deslizamiento en calle Lajas perdió a 12 familiares y aún diez viven en albergues.
“Vine para que eso se me vaya borrando de la mente, para despejarme. Para mí esto fue una pesadilla y no he despertado. Siento que todo es mentira”, comentó con los ojos aguados Fernández.
De acuerdo con su esposo, desde hace seis años participan en el tradicional desfile en San José.
El recorrido de carretas comenzó a las 9 a.m. desde Paseo Colón y culminó en La Catedral.
Muy a lo tico
A Maritza Fernández el desfile le sirvió para despejarse un rato. Su esposo Santiago Fernández la convenció de no quedarse en su casa, porque le dijo que “la vida debe continuar”.
Indomables, le resultaron los bueyes a la niña Naidelyn Torres, de seis años, quien desfiló procedente de Agua Caliente.
Los bueyes, juntos en el arado y ahora en la capital, siguieron dóciles las órdenes de sus amos .
No solo bueyes. En la actividad también desfilaron vacas, terneros y hasta potros. Todos querían tocarlos.
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Boyeros y yuntas desfilaron frente al templo de La Merced. Cristina Montealegre.
A Maritza Fernández el desfile le sirvió para despejarse un rato. Su esposo Santiago Fernández la convenció de no quedarse en su casa, porque le dijo que “la vida debe continuar”.
Indomables, le resultaron los bueyes a la niña Naidelyn Torres, de seis años, quien desfiló procedente de Agua Caliente.
Los bueyes, juntos en el arado y ahora en la capital, siguieron dóciles las órdenes de sus amos .
No solo bueyes. En la actividad también desfilaron vacas, terneros y hasta potros. Todos querían tocarlos.
