Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
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Si una persona de fe se pregunta sobre el papel que tiene en la vida, concluirá con facilidad que en la vida somos simples administradores de las cosas. Veamos la propuesta de Jesús. Me decía un cura un día de estos, que Jesús siempre propone cosas casi imposibles de lograr, precisamente para que nosotros debamos ir siempre más arriba. Hoy nos habla de un administrador que robaba. Cuando le llaman a cuentas y lo despiden, aquel “bueno para nada” vive angustias y pensamientos cruzados. Se dice “…y ahora ¿qué voy a hacer?”.
El hombre era inteligente y toma una determinación riesgosa: comprará amistad y gratitud. La parábola siempre me resultó confusa porque, si aquel hombre falsificaba los recibos, podrían meterlo a la cárcel. Pero un biblista me aclaró el panorama. Lo que aquel hombre rebaja de las facturas es su comisión, la que le correspondía como administrador.
Y el señor Jesús nos da la lección. Al tiempo de que nos sugiere ser más sagaces en nuestras cosas, agrega algo que nos desconcierta: “Gánense amigos con el dinero de la injusticia”.
La frase me resulta muy significativa. Jesús nos propone utilizar bien el dinero, que casi siempre está vinculado con la injusticia y la explotación, y podría estar amontonado. El dinero debe ser para ayudar a los demás. Así estaremos lavando un poco nuestras culpas y pecados, sobre todo frente a la explotación de los hermanos.
Y Jesús culmina su exposición diciéndonos: “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho”.
Lo material no debe quitarnos el sueño, debe ser utilizado para el bien de todos. Si no somos fieles en eso, ¿cómo pretendemos que el Señor nos confíe la vida eterna?
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