Mauricio Astorga, actor
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México, D.F. Me fui a las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de México en el Distrito Federal.
Cualquier calificativo que use para tratar de describir lo que vi se queda corto. El fervor con el que los mexicanos celebran su independencia y honran a su patria es emocionante.
En el Paseo de la Reforma, organizaron un desfile majestuoso. Me impresionó un ejército formado por marionetas de tres metros de alto, simbolizando al ejército revolucionario; todos con sus tradicionales sombreros de paja, tipo ranchero y sus bigotes a lo Zapata. Soldados, “Adelitas”, niños y caballos, todo era representado con marionetas.
Maravilloso también cuando pasó un gigante de veinte metros, que parecía hecho de granito. Venía desarmado y montado en diferentes plataformas. Horas más tarde, este coloso fue puesto de pie en el Zócalo, simbolizando a todos los grandes hombres que lucharon por la independencia y la libertad y a todo el pueblo mexicano de todos los tiempos.
Pero tan emocionante era lo que pasaba en el desfile como fuera de él. A los lados de la ruta, el público vitoreaba a sus protagonistas, y gritaba continuamente “¡Viva México!”, emocionado por lo que estaba viendo. En muchos momentos, espontáneamente, comenzaba a echarle porras a su país. Yo me sentía como en un partido de fútbol. “¡Mé-xi-co!…¡Mé-xi-co!”. ¡Cuánto amor por su Patria!.
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