Pocos días antes de su muerte, William Marín le externó preocupaciones a su cuñada Odilie Baltodano.
Él se encargaba de vigilar una finca. Tiempo atrás, notó que unos sujetos de Roblar de Nicoya entraban para robar árboles madereros.
“Todo el tiempo él decía: ‘voy a hacer tal cosa porque no sé si mañana me va a pasar algo’. No sé si él presentía”, afirmó.
Marín visitaba casi a diario la pulpería de doña Odilie, mejor conocida como Blanca. Ella guarda con simpatía el recuerdo de cuando fue a caballo a traerle 17 gallinas en un saco; dos llegaron muertas.
La noticia del fallecimiento de don William mantiene incrédula a toda su familia.
Su hijastra, Katia Baltodano, extraña que la llame en las mañanas para darle la bendición. Era un padre y un abuelo abnegado.
Don William tenía 74 años, vivía solo y se dedicaba a hacer trabajos de construcción o de talabartería por encargo.